jueves, 22 de mayo de 2014

Como la raíz - de René J. Trossero


SALIMOS DE LA GRUTA.  El sol acarició tibiamente nuestros rostros.  Una brisa fresca recorrió las laderas, llevando el perfume de las flores y el aroma de las hierbas medicinales, que abundaban en el lugar.
        Con paso calmo, el anciano anduvo un trecho observando el suelo.
        Detrás suyo, lo seguí en suspenso.
        Se sentó sobre una piedra, con la mirada fija en el suelo.
        Me senté a su lado y miré con él, sin comprender cabalmente qué se proponía.
        Se inclinó, tomó con ambas manos un arbusto ajustando sus ramas, y lo arrancó de raíz.
        Corrieron los minutos que se hicieron eternos.  El Maestro mantenía el arbusto en sus manos y lo contemplaba.  Estaba como absorto, ausente, mirando aquella raíz.
        Me sumé a su contemplación, pensando que algún secreto se escondería detrás de aquella conducta, que me parecía extraña.
        Pese a mi impaciencia, me pareció imprudente interrumpir el silencio.
        Así estuvimos ambos mucho tiempo; un tiempo cuya duración exacta ignoro, pero que a mí se me hizo interminable.
        Miré su rostro y en ese momento, con el arbusto en las manos, tenía sus ojos cerrados.
        Automáticamente cerré los míos, como si hubiera recibido la orden de hacerlo.  Y el paso del tiempo se me hizo más lento y pesado, como un río de plomo.
        Oí que se movía.  Abrí los ojos y lo vi de pie.  Había dejado en el suelo el arbusto con su raíz.
        Hice lo mismo y me incorporé a su lado.
        - "Maestro, ¿quieres decirme qué hiciste?"
        - "Lo hicimos juntos.  Deberías saberlo."
        - "Sí.  Arrancaste un arbusto de raíz.  Lo contemplamos largo tiempo, y acabas de dejarlo en el suelo..."
        - "Viste bien".
        - "Pero quisiera comprender qué significa esto; para qué lo hiciste".
        - "Mejor. Quieres ver más allá de lo que ven tus ojos. Estás en buen camino".
        - "Creo que sí, Maestro".
        Caminamos callados hacia la gruta.
        Cuando ya estábamos frente a la entrada se detuvo, me miró fija y detenidamente, y me dijo:


        - "En la raíz está el secreto de la vida para el
        arbusto.
        El corazón es la raíz del hombre, y en él está el
        secreto de la persona".

        - "Los que nunca vieron la raíz, no conocen el
        arbusto.  Los que no conocen su corazón, se
        desconocen a sí mismos".

        - "El secreto de la vida está siempre oculto en
        la profundidad, y sólo lo descubren los que
        saben mirar más allá de la superficie".

        - "Para ver la raíz del arbusto hay que romper
        la superficie de la tierra.  Para encontrar la
        raíz de las personas hay que romper la su-
        perficie de lo cotidiano".

        - "Si vives precipitadamente y sin darte tiempo
        para contemplar, no verás más que las apa-
        riencias de la vida.
        Si te das tiempo para mirar, comienzas a ver
        con el corazón, y todas las cosas te habla-
        rán desde otra hondura y llegarán a tu pro-
        fundidad".

        - "Para los que saben mirar...
        ¡también la raíz de un arbusto tiene un
        mensaje!".

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