sábado, 31 de mayo de 2014

De: LA QUÍMICA DE LAS RELACIONES


Releyendo este magnífico Libro de Ferran Ramon-Cortés, no pude resistir la tentación de compartir una de sus historias, que cada vez que la leo, me emociona muy especialmente.

Sé que estás aquí

El encargo me llegó a través de una agencia de comunicación: una importante empresa quería que ayudara a sus directivos a preparar y ensayar las presentaciones que realizarían en la convención anual de ventas.
   Durante tres días trabajé intensamente con cada directivo, diseñando y revisando los contenidos de las intervenciones y ensayando su puesta en escena. Estuvimos trabajando en las oficinas de la empresa hasta el último día, en que nos desplazamos al mismo centro de congresos donde se desarrollaría la convención. Decidimos realizar allí los ensayos finales para que todos pudieran familiarizarse con el espacio escénico.
   Justo una horas antes del evento efectuamos el último ensayo general. Yo me situé en el centro de la sala de butacas, como un espectador más, para recibir la impresión que tendrían los casi mil delegados que estaban citados a la convención. Y la impresión fue muy buena, con lo que di por concluido mi trabajo.
   Me despedí de Mercedes, una de las directivas con las que más intensamente habíamos trabajado, y me dijo:
   - Me gustaría que vinieras esta tarde. Me tranquilizará verte entre el público.
   Consulté mi agenda y vi que no lo tenía fácil. Tenía una reunión a primera hora en la otra punta de la ciudad. Pero lo intentaría.
   -Llegaré tarde - le respondí-, pero haré todo lo que pueda.
   Me acreditaron para la convención. En efecto, llegué tarde, y no me atreví a sentarme en las butacas. Me coloqué en una puerta lateral desde donde veía a la perfección lo que ocurría en el escenario, aunque el ponente difícilmente podía verme a mí.
   Era el turno de Mercedes. Estaba pletórica, y conectó con la gente desde el primer momento. Estaba haciendo una intervención fantástica. Conmovedora en algunos momentos, motivadora la mayor parte del tiempo. Estaba superando con creces el mejor de los ensayos que habíamos hecho. Los delegados estaban entregados.
   Terminó su intervención y recibió un intenso y cálido aplauso que parecía que no iba a terminar nunca. Mercedes se levantó y, sin dejar de saludar a la gente, se dirigió a su asiento reservado en la primera fila. Vi cómo sacaba del bolsillo de la chaqueta su Blackberry y la manipulaba. Sonreía visiblemente. Imaginé que habría recibido algún mensaje de felicitación.
   Y fue en aquel preciso instante cuando sonó el aviso de mensajes de mi Blackberry. Tenía un mensaje nuevo. Decía: « No te localizo, pero sé que estás aquí. Este aplauso también es tuyo.»

                                                              *   *    *

   Todo lo que hacemos por los demás (o los demás hacen por nosotros) nos provoca emociones positivas o negativas y tiene por tanto un efecto directo sobre nuestras relaciones.
   Para ilustrarlo, podemos imaginar una balanza en la que ponemos, en un platillo, todo lo bueno que ocurre en el contexto de la relación (y que genera por tanto emociones positivas) y, en el otro, todo lo malo (y que provoca emociones negativas).
   Van al platillo de lo bueno, generando emociones positivas, actos como los reconocimientos, los agradecimientos, los halagos, las muestras de afecto o las horas de escucha. Y van al platillo de lo malo, generando emociones negativas, actos como las críticas, los reproches, los desprecios, la falta de sinceridad o las traiciones de confianza.
   Las relaciones que funcionan son aquellas en las que el fiel de la balanza se inclina inequívocamente hacia el lado bueno, lo que indica que el peso de las emociones positivas supera al de las negativas. Cuando en una relación ocurre lo contrario, cuando el fiel de la balanza se inclina hacia el lado malo, significa que el peso de las emociones negativas vence al de las positivas y la relación estará claramente en peligro.


René Trossero - Reflexiones


HABÍA LEÍDO MUCHOS LIBROS. Tenía acumulados muchos conocimientos.
Pero sentía como un vacío en el alma. No sabía definir con precisión qué era lo que me faltaba; pero sentía el vacío.
Un día tomé la decisión. Dejé los libros. Cargué mis alforjas con lo indispensable para el camino y partí.
No sabía con exactitud qué era lo que buscaba y tampoco sabía hacia dónde me dirigía. Pero me puse en camino. ¡Siempre tuve la convicción de que, caminando, se alcanza alguna meta!
Así anduve largas jornadas.
Me familiaricé con el sol y con las estrellas. Me reconcilié con la tierra, que sostenía mi andar y empolvaba mis pies de peregrino.
Y anduve otras mucha jornadas.
Mis ojos descubrieron ocasos y amaneceres. Mis pupilas contemplaron horizontes lejanos.
Seguía sintiendo en el alma un vacío, que me empujaba a caminar y me sostenía en el esfuerzo. Me aguijoneaba la necesidad de buscar y caminaba.
Y caminé muchas otras jornadas, largas y silenciosas, con sus lunas y sus soles, sus vientos y sus estrellas.
Me detuve. Bebí del agua del arroyo. Comí algunos frutos, que recogí en las laderas del cerro. Era un lugar hermoso y apacible.
Me senté, apoyando mis espaldas en el tronco de un árbol. Me dispuse a descansar.
Oí pasos. Me sobresalté frente a lo inesperado. Un anciano descendía del cerro.
Pasó a mi lado en silencio. En medio de su rostro, circundado por barbas muy crecidas y larga cabellera, vi el brillo de sus dos ojos verdosos y sentí su mirada penetrante.
Se acercó al arroyo. Cargó su cántaro con agua y emprendió el regreso.
Pasó nuevamente a mi lado. Me miró profundamente. Y siguió su sendero cuesta arriba, entre árboles, piedras y arbustos.
Automáticamente me puse en pie y lo seguí a no mucha distancia.
Iba pendiente del momento en que me viera. Pero el anciano siguió su lento y pesado andar sin volver su mirada hacia atrás.
De pronto se detuvo.
Estaba ante una rocas muy grandes y altas. Una de ellas tenía una gran arcada, a través de la cual se podía ver la penumbra de una cueva.
El anciano se inclinó para no golpear su cabeza contra la roca, porque era alto de estatura.  Traspuso aquella entrada y desapareció.
Yo seguí avanzando, como cauteloso, con temor de incomodarlo.  Recorrí la corta distancia que me separaba de la entrada de la gruta y me senté junto a ella.
Todo era silencioso. Un silencio que dejaba oír el canto lejano del arroyo y el silbo de algún pájaro.
Miré detenidamente hacia el interior, pero la luz del sol, que ya caía detrás del horizonte, apenas alumbraba los primeros metros de aquella garganta de piedra. Enseguida estaban las sombras, la oscuridad.
Y se hizo la noche.  Me acomodé para descansar y dormí profundamente.
Cuando desperté, los rayos del sol ya iluminaban suavemente el panorama.
Amanecía.
Oí pasos dentro de la gruta.
Con gran expectativa miré hacia su interior. El anciano se disponía a salir con un cántaro en la mano.
Vestía las ropas del día anterior, una larga túnica gris, y llevaba sus pies descalzos.
Pasó a mi lado. Me miró a los ojos detenida y profundamente y se dirigió hacia el arroyo. Todo sin pronunciar una sola palabra.
Confieso que mi curiosidad iba en aumento. Guardé silencio respetando el suyo y lo seguí con la mirada hasta perderlo de vista.
Decidí esperar su regreso.
Y lo recuperé al alcance de mi vista cuando lo vi ya desde cerca, subiendo la cuesta con calma.
Me llamó la atención su rostro sereno.
Y una vez más recorrió todo mi cuerpo una extraña sensación, al sentir aquella mirada en mis ojos.
-"Buenos días" - saludé.
-"Buenos días, amigo" - me respondió cálidamente.
Y prosiguió su camino para internarse en la gruta.
Pero esta vez tomé la iniciativa. Me puse de pie y en voz alta le dije: "¡Eh, buen hombre...!".
Se detuvo. Regresó unos pocos pasos. Depositó el cántaro en el suelo. Me miró detenidamente como esperándome.
Ninguno de los dos hablaba.
-"nos vimos ayer. Me vio esta mañana junto a su gruta. Y no me dice ni me pregunta nada...".
Sonrió apenas, pero afablemente.
-"No dije nada porque no sé si quieres escuchar algo. Y no pregunté nada porque no sé si quieres decirme algo".
Sus palabras me desconcertaron. Pero él, con toda naturalidad, sonrió de nuevo bondadosamente, giró sobre sus pies y se encaminó hacia el interior, llevando su cántaro con el agua.
-"¿Puedo seguirte?" -alcancé a decirle antes de que se alejara demasiado.
-"Si tú quieres...puedes" -me respondió sin volver su rostro para mirarme.
Yo seguí sus pasos.
Aquello era una tibia penumbra. Caminábamos sobre la roca y cubiertos por ella, que nos abrazaba con una amplia y prolongada bóveda.
Inesperadamente vi una claridad. El anciano, que caminaba pocos pasos más adelante que yo, tomó hacia su derecha. Y lo vi detenerse en ese recodo, extrañamente iluminado. La luz del sol se filtraba desde lo alto, a través de una grandes rajaduras de la roca.
Arrojé una rápida y curiosa mirada al lugar, y comprendí que allí vivía.
Sobre el piso, en los huecos y en las salientes de las paredes rocosas, estaban los objetos indispensables para el uso del morador.
El anciano apoyó en el piso su cántaro con el agua fresca, recientemente recogida en el arroyo. Volvió sobre sí y me miró.
-"¿Te molesta mi presencia?" - atiné a preguntarle con cierta torpeza.
-"Si tu no me molestas, no".
Y levantó su cántaro para beber mientras se sentaba sobre una de las varias piedras ahí presentes, que le servirían seguramente de asientos y de mesa.
Me senté también, mirándolo. No salía de mi asombro ante aquella extraña experiencia.
La figura de asceta de aquel hombre, recia y tierna al mismo tiempo, comenzaba a fascinarme.
Estuve largo tiempo a la espera de una palabra, pero fue en vano.
Hasta que mi ansiedad rompió la tensión que me creaba aquella situación extraña, y hablé.
-"¿Puedo saber quién eres, y qué haces aquí?".
-"Sí. Si te tomas el tiempo para verlo..."
Los silencios del anciano me intrigaban y sus respuestas me desconcertaban.
Me corrió por el cuerpo un impulso para ponerme de pie y marcharme, pero algo me detuvo. Una cierta intuición me decía que en aquél anciano podía encontrar lo que que buscaba.
-"Yo soy un peregrino" ... -continué-. "Hace tiempo que me puse en camino... buscando algo... siento como un vacío en el alma".
Me escuchó atento y permaneció callado.
No puedo negar que su actitud me causaba cierto grado de impaciencia.
 Me puse de pie, caminé entre las piedras, como buscando una salida de aquel laberinto interior en el que me sentía acorralado.
En ese momento, sin explicarme por qué, recordé algo que había oído. Me habían hablado de un anciano sabio que vivía en la soledad de la montaña. ¿Sería este hombre? ¿Cómo averiguarlo?
Me senté nuevamente. Lo miré y me encontré una vez más con su mirada.
-"Mira; si no te molesta voy a confiarte algo..."
No dio respuesta, como dejando que yo continuara. Así lo hice.
-"Conocí muchas cosas en la vida. Logré muchas metas. Experimenté el éxito y el aplauso... pero hace tiempo que siento un vacío profundo, como dejado por la ausencia de algo que desconozco... me puse en camino para buscarlo... me habían dicho que en las montañas vivía en soledad un maestro sabio... pienso que tal vez...Tú...".
Sonrió más expresivamente que de costumbre, y pude ver sus dientes blancos e intactos, como los de un  niño.
Se puso de pie. Tomó algo depositado en una de las tantas salientes de las rocas. Se acercó y lo puso delante de mi rostro.
Era un espejo pequeño y envejecido.
Miré en él mi rostro.
Miré al anciano, como interrogándolo sin palabras.
Dejó el espejo en su lugar. Se sentó mirándome.
-"¿Qué quieres decirme con esto?"
-"Que tal vez sea lo que buscas... muchas personas terminan el camino de su vida sin haberse encontrado a sí mismas.  Acumulan muchos conocimientos, pero se desconocen a sí mismas... tienen riquezas, poder, éxitos... ¡pero no se tienen a sí mismas!... y sufren un vacío muy doloroso".
-"¡Entonces tú eres el anciano maestro de quien tenía noticias... seguramente podrás ayudarme!" -exclamé con euforia, dando por cierto lo que sospechaba.
-"En la escuela de la vida todos somos alumnos, discípulos y aprendices" -replicó-. "Yo sólo puedo acompañarte mientras tú haces tu camino; nadie puede andar el camino de otro... Yo no puedo mostrarte lo que buscas, porque te estás buscando a ti mismo y tú eres para mí un misterio insondable...".
Aquello me entusiasmó. ¡Seguramente estaba en presencia del maestro solitario, él se puso  de pie, y con un gesto me invitó a seguirlo!






viernes, 30 de mayo de 2014

Carlos Páez Vilaró - Documental


Carlos Páez Vilaró -Mural en Escuela

DIARIO EL PAÍS -INFORMACIÓN

TURISMO: LOS ARGENTINOS PASAN A CONOCER UN MURAL CASI DESCONOCIDO

Tesoro en la escuela: una obra que Páez Vilaró pintó por casualidad

Las paredes de la Escuela 74 del paraje Yacuy guardan como un tesoro un mural de Carlos Páez Vilaró. Es un testimonio de 50 años atrás, cuando el pintor y el poeta Guido Castillo quedaron varados una semana en el lugar por efecto de una crecida.



Hace 50 años que los niños de la escuela aprenden frente a él. Foto: Luis Pérez

SALTO - LUIS PÉREZ -vie may 30 2014

"El campo, viejo y niño, es siempre inocente y sabio". Así dice con el trazo característico y en rojo, la frase que Páez Vilaró y su amigo, el poeta Guido Castillo, dejaron estampada para siempre en la obra.
La escuela, situada en Ruta 3 entre Belén y Bella Unión, estaba funcionando desde hacía poco tiempo. Fue cuando, por obra de la casualidad, la crecida de un arroyo cercano al centro escolar impidió el paso de un ómnibus de ONDA en el que iban Páez Vilaró y el poeta Guido Castillo rumbo a Artigas.
La actual directora del centro escolar, Pricila Erburo, indagó en la historia del caso y contó a El País que todos los ocupantes del colectivo pernoctaron por varios días en la escuela que acababa de construirse.
En esa situación de incertidumbre sobre el tiempo en que pasarían aislados en el lugar, un Páez Vilaró en aquel entonces con 40 años, solicitó la autorización para realizar un trabajo y dejar su testimonio.
Sobre una pared de 5,35 metros de ancho y 2,30 metros de alto acondicionó su base para en el término de seis días a través de sus pinceles dejar el mensaje a los niños que la iban a compartir. La obra se puede apreciar en una de las aulas del centro educativo rural.
Ya han pasado 50 años de la realización de la obra y fue restaurada en una única ocasión por el artista Jorge Salvador. El trabajo se desarrolló durante el año 2002 y contó con la aprobación de su autor.
"Es una reliquia en medio del campo y se mantiene tan conservada como si fuera en un museo. Es increíble que estando en un aula de clases y en donde han pasado tantas generaciones de niños, no se encuentre ningún daño a no ser algún deterioro producido por alguna filtración de humedad", dijo la directora Erburo.
Con el paso del tiempo la obra adquiere mayor protagonismo para la localidad salteña; acaba de ser incorporada a su circuito turístico en una en que llegan visitantes argentinos que se hospedan en las termas del Arapey, cercanas a la escuela.
La directora Erburo dijo que quienes se interesan más por llegar hasta la escuela en procura de observar este mural, son argentinos admiradores de Páez Vilaró.
"Quedan impresionados sobre su conservación y por el cuidado que le brindan los alumnos al estar en contacto diario con esa obra", acotó la directora que se define como una admiradora del artista.
Erburo destacó el hecho de que todas las docentes que la precedieron siempre han puesto especial atención para el mantenimiento de este trabajo de Páez Vilaró.
Además, la docente señaló que este mural tiene para la escuela no solo un valor afectivo, sino cultural muy importante para Pueblo Belén y que en algún momento habrá que realizarle un homenaje al creador de Casa Pueblo en esta escuela.
En la actualidad, con el embalse de la represa de Salto Grande de fondo, la escuela 74 se mantiene prolijamente pintada en su interior y exterior.
El mural que la escuela atesora en su aula compartida, que acoge a niños de edad inicial hasta sexto año, está presente en cada minuto de clase; por sus dimensiones es imposible levantar la vista y no verla.
En los documentos que se mantienen en la escuela no consta que Páez Vilaró o el poeta Guido Castillo volvieran al centro educativo a visitar su obra. Sin embargo, la docente tampoco descarta que el artista recientemente fallecido haya pasado por el lugar en algún momento.
La escuela 74 dista de la ciudad departamental a 70 kilómetros, a 40 de termas del Arapey y del pueblo Belén a unos cinco kilómetros; se llega por un tramo de la ex Ruta 3.

El barco que parte - José Enrique Rodó



Mira la soledad del mar. Una línea impenetrable la cierra, tocando al cielo por todas partes menos aquella en que el límite es la playa. Un barco, ufano el porte, se aleja, con palpitación ruidosa, de la orilla. Sol declinante; brisa que dice "¡vamos!"; mansas nubes. El barco se adelanta, dejando una huella negra en el aire, una huella blanca en el mar. Avanza, avanza, sobre las ondas sosegadas. Llegó a la línea donde el mar y el cielo se tocan. Bajó por ella. Ya sólo el alto mástil aparece; ya se disipa esta última apariencia del barco. ¡Cuán misteriosa vuelve a quedar ahora la línea impenetrable! ¿Quién no la creyera, allí donde está, término real, borde de abismo? Pero tras ella se dilata el mar, el mar inmenso; y más hondo, más hondo, el mar inmenso aún; y luego hay tierras que limitan, por el opuesto extremo, otros mares; y nuevas tierras, y otras más, que pinta el sol de los distintos climas y donde alientan variadas castas de hombres: la estupenda extensión de las tierras pobladas y desiertas, la redondez sublime del mundo. Dentro de esta intensidad, hállase el puerto para donde el barco ha partido. Quizás, llegado a él, tome después caminos diferentes entre otros puntos de ese campo infinito, y ya no vuelva nunca, cual si la misteriosa línea que pasó fuese de veras el vacío en donde todo acaba...
 
Pero he aquí que, un día, consultando la misma línea misteriosa, ves levantarse un jirón flotante de humo, una bandera, un mástil, un casco de aspecto conocido... ¡Es el barco que vuelve!
Vuelve, como el caballo fiel a la dehesa. Acaso más pobre y leve que al partir; acaso herido por la perfidia de la onda; pero acaso también, sano y colmado de preciosas cosechas. Tal vez, como en alforjas de su potente lomo, trae el tributo de los climas ardientes: aromas deleitables, dulces naranjas, piedras que lucen como el sol, o pieles suaves y vistosas. Tal vez, a trueque de las que llevaba, trae gentes de más sencillo corazón, de voluntad más recia y brazos más robustos. ¡Gloria y ventura al barco! Tal vez, si de más industriosa parte procede, trae los forjados hierros que arman para el trabajo la mano de los hombres; la tejida lana; el metal rico, en las redondas piezas que son el acicate del mundo; tal vez trozos de mármol y de bronce, a que el arte humano infundió el soplo de la vida, o mazos de papel donde, en huellas de diminutos moldes, vienen pueblos de ideas. ¡Gloria, gloria y ventura, al barco!


                                                             *         *         *

Fija tu atención, por breve espacio, un pensamiento; lo apartas de ti, o él se desvanece por sí mismo; no lo divisas más; y un día remoto reaparece a pleno sol de tu conciencia, transfigurado en concepción orgánica y madura, en convencimiento capaz de desplegarse con toda fuerza de dialéctica y todo ardimiento de pasión.
 
Nubla tu fe una leve duda; la ahuyentas, la disipas; y cuando menos la recuerdas, torna de tal manera embravecida y reforzada, que todo el edificio de tu fe se viene, en un instante y para siempre, al suelo.
 
Lees un libro que te hace quedar meditabundo; vuelves a confundirte en el bullicio de las gentes y las cosas; olvidas la impresión que el libro te causó; y andando el tiempo, llegas a averiguar que aquella lectura, sin tú removerla voluntaria y reflexivamente, ha labrado de tal modo dentro de ti, que toda tu vida espiritual se ha impregnado de ella y se ha modificado según ella.
 
Experimentas una sensación; pasa de ti; otras comparecen que borran su dejo y su memoria, como una ola quita de la playa las huellas de la que la precedió; y un día que sientes que una pasión, inmensa y avasalladora, rebosa de tu alma, induces que de aquella olvidada sensación partió una oculta cadena de acciones interiores, que hicieron de ella el centro obedecido y amparado por todas las fuerzas de tu ser; como ese tenue rodrigón de un hilo, a cuyo alrededor se ordenan dócilmente las lujuriosas pompas de la enredadera.
 
Todas estas cosas son el barco que parte, y desaparece, y vuelve cargado de tributos.

                                                                    *      *      *


(El barco que parte es el título del capítulo XXXIV de Motivos de Proteo.)


Cuántos "barcos" sentimos que parten -cada día- en nuestras vidas, y desaparecen... y vuelven....
Cada parábola es una enseñanza, es.... una vivencia!


jueves, 29 de mayo de 2014

Pinceladas de Uruguay (Montevideo, Punta del Este, Salto)




Playas, montes y termas a un paso de distancia
Uruguay es un país, natural con diversos paisajes y múltiples ofertas turísticas a muy pocos kilómetros de distancia entre sí. La costa oceánica del departamento de Rocha es un proveedor de maravillas naturales inagotables, con opciones ideales para disfrutar de actividades de ecoturismo.
En el noroeste del país, la Región Termal cada vez más ve surgir nuevos emprendimientos que comprenden Spa, parques acuáticos y hoteles de primera categoría que aseguran gran confort y descanso a los visitantes. Montevideo, la capital más austral de América del Sur, le ofrece todo al turista. Playas, parques, teatros, museos shoppings, y obras arquitectónicas de gran interés como el Teatro Solís, el Hotel Casino Carrasco o el Palacio Legislativo.
Punta del Este, balneario de fama mundial, conjuga su belleza natural con una sofisticada vida social y cultural. La ciudad balnearia ofrece todas las comodidades para alojarse y para realizar todo tipo de actividades recreativas. Colonia del Sacramento y su barrio histórico, reconocido como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1995, ofrece la posibilidad de viajar en el tiempo a través de sus construcciones coloniales de estilo portugués.
En los 176 mil kilómetros cuadrados que conforman Uruguay, la diversidad es protagonista. Un vehículo y algunas horas alcanzan para dejarse sorprender entre paisajes serranos, praderas, palmares, montes nativos o playas desiertas.
                                                             (De: Uruguay Natural)










André Rieu




André Rieu llamado el “Rey del Vals” y el mejor violinista del mundo.

Entrevista exclusiva de Íride Aparicio

El violinista, conductor de orquesta y compositor André Rieu originario de Maastricht, Holanda, es reconocido mundialmente como “El Rey del Vals” por el género de música que prefiere y la maestría con que los interpreta acompañado de su orquesta integrada por músicos, cantantes y bailarines de fama mundial.
Fundada en 1987 con doce músicos y ahora con más de 80, “Johann Strauss Orchestra” (nombrada en honor de Johann Strauss, (1825-1899) el famoso compositor Austriaco de valses) viaja con Rieu por el mundo entero interpretando música clásica mundial y música popular, especialmente valses vieneses.
Entrevistamos al Maestro Rieu antes de comenzar su gira por los Estados Unidos, durante la cual visitará San José, donde dará un concierto en el HP Pavilion el sábado 16 de este mes. Le preguntamos a qué edad comenzó a escuchar música clásica.
“Desde que era bebé”, nos dice. “Vengo de una familia musical donde todos mis hermanos y hermanas tocaban música y mi padre (que lleva su nombre) era conductor de la Orquesta Sinfónica de Maastricht. Yo nací escuchando música a todo mi alrededor”.
– ¿Qué edad tenía cuando comenzó a estudiar violín?
“Tenía cinco años. Lo recuerdo bien porque el instrumento era muy grande para mis manos”.
Rieu continuó sus estudios de violín con maestros ejemplares en varias partes: en el Conservatoire Royal de Liège, en el Conservatorio de Maastricht y en La Academia de Música de Bruselas donde recibió el ‘Premier Prix’ como se llama al diploma de graduación otorgado al mejor estudiante del Conservatorio Real de Bruselas, en Bélgica.
– Después de graduarse, ¿cuáles eran sus planes?
“En lo que recuerdo, yo siempre deseé ser músico, pero no tenía una idea exacta de qué era lo que quería hacer como músico. Pero durante  ese tiempo (de incertidumbre) participé en uno de los conciertos que daba mi padre y allí pude notar el impacto que escuchar la música de los valses causaba en la audiencia. Así fue cuando me di cuenta, por primera vez, lo que quería hacer. Dar al mundo los valses”.
– ¿Qué es la música para usted?
“Para mí, la música es como el aire, no podría vivir sin ella”.
– ¿Le gusta toda clase (genre) de música?
“En mi opinión, no hay música que sea ‘buena’ o música que sea ‘mala’. Para mí lo que me hace discernir lo que interpreto en mis conciertos es que la melodía logre tocarme el corazón. Si esa melodía me llega al corazón, también va a llegar a los corazones a mi público, por lo que voy a tocarla”.
– ¿En sus travesías alrededor del mundo, que ha aprendido de su público?
“Es una pregunta difícil de contestar en pocas palabras, pero trataré de hacerlo, todas las personas son diferentes pero en lo que se refiere a la música, solo hay una regla: A todas aquellas personas que abren sus corazones a mi música y asisten a mis conciertos puedo garantizarles que van a disfrutarlos, que van a pasar una velada maravillosa. Muchas personas jóvenes creen que asistir a un concierto no es ‘cool’ y que no van a poder disfrutar de mi música. Dichas personas me dan pena, porque no saben lo que se van a perder. Durante mis viajes he visto a cientos de jóvenes disfrutar de mi música”.
Talvez porque la música es parte integral de la cultura de los países es interesante tratar de conocerla, en sus diferentes formas sonidos y ritmos, como parte de nuestro enriquecimiento cultural. El Maestro Rieu parece reintegrar el tema cuando agrega: “Yo creo que la cultura es una de las cosas más importantes en la vida.
Durante la segunda guerra mundial, el Primer Ministro Inglés, Winston Churchill, subió el subsidio de cultura. Cuando fue criticado su respuesta fue: ‘¿Hay algo más importante por qué pelear?’. No pudo habernos dado mejor respuesta. Cuando un país pierde su cultura, cae en la degradación”.
– ¿Cómo se describe así mismo?
“Como un simple violinista que no hubiera podido triunfar sin la ayuda de mi esposa”.
– ¿Puede ampliar su respuesta?
“Lo que dije, no lo dije por decir. Creo sinceramente que yo no estaría donde estoy, que no hubiera podido lograr lo que he logrado si no hubiera tenido el apoyo de mi esposa. Ella lo es todo para mí. Siempre hemos hecho todo juntos y lo seguimos haciendo. Es maravillosa. Tenemos 35 años de casados y aún gozamos estar juntos.
Yo nunca hubiera podido vivir con una persona que no soportara mis ideales, que no tratara de ayudarme a lograrlos, que no  tratara de prevenirme, cuando en su opinión estoy trabajando mucho. Marjorie (el nombre de su esposa) nunca viaja conmigo, porque no le gusta viajar, pero es ella quien escribe mis textos y quien administra la compañía (André Rieu Productions) desde nuestra casa cuando estoy en gira. Ella es el secreto de mi triunfo”.
Su triunfo es mundial. Durante su vida, André Rieu ha recibido honores y premios y con sus conciertos, su discografía, que es extensa y sus DVD’s ha realizado su sueño: que una nueva generación alrededor del mundo, esté escuchando el vals”.


 (extraído de: www.laoferta.com)

miércoles, 28 de mayo de 2014

El Premio - de Ferran Ramon-Cortés


Un libro "riquísimo", que empieza a gustar desde el Prólogo.

Ferran Ramon-Cortés, con su estilo personal, nos da pautas claras, para un cambio "real" de vida.

"A veces tenemos el sueño muy cerca, lo podemos encontrar en actividades que nos gusta realizar y que, simplemente, no nos las hemos planteado como opción de vida."

"Identificar nuestro sueño es el primer paso, pero no lo es todo. Necesitaremos transformarlo en un buen plan y comprometernos a seguirlo."


Un libro que vale la pena tener a mano, para cuando perdemos nuestra brújula interior y necesitamos comprometernos en llevar a cabo ese cambio tan necesario, en muchas etapas de nuestra vida.

"Mi hijo es el mejor": rankings peligrosos - por Natalia Trenchi


Casi todos queremos lo mejor para nuestros hijos. No sólo porque los queremos más que a nada en el mundo sino también porque creemos que ellos se lo merecen. Pero en este camino, a veces agarramos por la senda equivocada.

Muchas veces al proyectarnos e imaginarnos el futuro nos da mucho miedo que, llegado el momento, nuestro hijo o hija no cumpla con las condiciones necesarias para triunfar. Entonces les exigimos más estudio hoy, más actitud de “ganador”, más esfuerzo para transformarse de verdad en “el mejor”. Y al hacerlo, nos equivocamos. Los presionamos por amor, por miedo al fracaso y porque estamos encandilados por algunas luces sociales que nos hacen creer, equivocadamente, que si es un “ganador” desde chiquito lo será siempre; que si llega primero hoy en la carrera, seguramente gane otras en el futuro; que si tiene la mejor nota hoy en matemáticas eso lo pondrá más cerca de ser el economista más exitoso mañana.

Creer que por la acumulación de conocimientos o por la presión por el triunfo van a conseguir tener un hijo exitoso, puede resultar peligroso tanto a nivel personal como social. Y si creen que la felicidad de su hijo o hija va a depender de tener o no “éxito”, también se equivocan.

El adulto más productivo, pleno y feliz será aquel a quien se le permitió vivir cada etapa respetando sus necesidades y dándole estímulos por su avance. En ese trayecto, seguro aprendió a conocer sus recursos y le surgieron objetivos y proyectos que aprendió a ir desarrollando con esfuerzo, con errores y contramarchas. Pero también aprendió a tener amigos, a disfrutar de su compañía, a remontar cometas y pasarse una tarde entera haciendo galletas con su abuela. No preparamos mejor a un niño obligándolo a estudiar en vacaciones para que sea el mejor ni imponiéndole ritmos y exigencias adultas. Su funcionamiento será mucho mejor si respetamos sus tiempos, sus etapas, sus necesidades de juego y de tiempo libre. 

Su felicidad va a depender más de que haya podido ser él mismo y generar vínculos emocionalmente significativos, que de haber alcanzado la gerencia antes de los 30 o tener un diploma precioso y una vida vacía. 

Los niños criados bajo la presión del “éxito” enfrentan muchos riesgos debilitantes. Uno de ellos es el estrés que implica estar sometido a una presión excesiva por alcanzar determinados logros y que sienten que si no los alcanzan, son unos fracasados. El estrés comienza a habitarlos, consumiéndoles fuerza, energía y alegría. ¿Vale la pena una nota brillante si el precio es ese? ¿Sirve para algo?

Otro riesgo particularmente tóxico es criarlos en una filosofía competitiva. La competitividad implica la valoración del logro en relación al de otros. Es decir, “tengo éxito sólo si soy el mejor, si soy el primero, si les gano a los demás.” ¡Qué peligroso! Los niños a quienes se les enseña a valorar sólo el primer puesto, terminan en su vida transformando éxitos en fracasos, ya que interpretarán como fracaso cuando, a pesar de un buen desempeño, no son "el o la  mejor". 

Muchos adultos bien intencionados estimulan la competitividad de los niños con la intención de que obtengan mejores resultados. “Estás cerca de ganarle a Fulanito. ¡Esforzate un poco más y le ganarás!”, dicen muchos. Y de hecho, hay quienes consiguen mayor esfuerzo y mejores resultados con este acicate. Pero, una vez más, ¿a qué precio? ¿Cuál es el motor del aumento del esfuerzo de ese niño? A esos chicos, se les enseña a motivarse a partir de la premisa de que hay que ganar a los demás y no en la premisa de querer avanzar, aprender y superarse a sí mismos.  

Lo que todo niño y niña necesita para avanzar saludablemente en lo académico, es tener experiencias de logro: enfrentar desafíos y superarlos con esfuerzo y habilidad. Ese es el combustible que tenemos que proveerles porque no necesitamos que acumule notas excelentes (tan inútiles como poco predictivas) sino que entrene su capacidad de esfuerzo, desarrolle su habilidad para enfrentar obstáculos y desafíos y que gane confianza en sí mismo. 

Es muy fortalecedor que les enseñemos a autoevaluarse y a valorar su esfuerzo (más que sólo el resultado). Saber estimularse a uno mismo es lo que asegura realmente la superación personal. Esa es la competencia útil: la que se establece sanamente con uno mismo.

La competitividad no los prepara mejor para el mundo competitivo que deberán enfrentar, como muchos padres creen. Lo que mejor los prepara es aprender a  dar lo mejor de sí y desarrollar confianza en sus recursos personales. 

Aquellos que logran alcanzar el bienestar emocional y vivir con la sensación de competencia personal de que son buenos en lo que hacen, no son los que fueron criados con la presión del éxito por el éxito. Son quienes han podido crecer internamente, quienes se han fortalecido emocionalmente de modo de poder recorrer la vida con sabiduría y alegría. Han aprendido cuáles son sus verdaderas fuentes de logro y de placer, y ellas no dependen exclusivamente de ser el que llegue primero a la meta. Han aprendido a reconocer los obstáculos y las derrotas como señales de mejorar la estrategia, pero sin sentirse ellos como seres humanos obstaculizados y derrotados. Han aprendido a disfrutar la vida sin descuidar las responsabilidades ni encararlas descuidando los vínculos, la diversión y el descanso.

La persona verdaderamente competente no es competitiva con los otros. Se siente tan libre que no depende de terceros para evaluarse a sí mismo. Aprendió que en la vida se gana y se pierde y que la mayor de las satisfacciones surgen de saber que uno está haciendo su mejor esfuerzo para lograr ser lo mejor que pueda ser hoy a sus propios ojos.

(Extraído de: mujermujer.com.uy)



                                               

Un hogar emocionalmente fortalecedor - Dra. Natalia Trenchi

Natalia Trenchi


Nació en Montevideo, Uruguay. Es médica, psiquiatra de niños y adolescentes, y psicoterapeuta cognitivo-conductual. Ejerció cargos docentes, de investigación y de asistencia en la Facultad de Medicina, en el Ministerio de Salud Pública, en la Universidad Católica y en la Universidad del Desarrollo de Santiago de Chile. Además de la tarea académica y asistencial, se ha dedicado desde hace veinte años a la promoción de la salud mental infantil en la comunidad. Es columnista de varios medios de prensa escrita, radial y televisiva, conferencista en colegios e instituciones de todo el país, asesora de contenidos de la serie animada «Ana, la rana», autora de materiales de difusión de UNICEF y docente en Aldeas Infantiles. A lo largo de los años, ha venido acrecentando su experiencia en trasmitir con rigor y sencillez los conceptos fundamentales que pueden hacer de nuestros niños seres más fuertes y más felices. Publicó en Aguilar: Todo sobre tu hijo y Mi hijo el alumno.

Libros Publicados

Tus hijos hoy
2011
En Tus hijos hoy nos proponemos ofrecer herramientas, ideas y reflexiones para lograr que cada uno de nuestros hijo llegue a ser la mejor versión posible de sí mismo.
• Otros formatos: Ebook
 
Todo sobre tu hijo
2010
Una guía para que los padres puedan enfrentar los dilemas y conflictos que aparecen cada día en la crianza de sus hijos.

Mi hijo el alumno
2009
La escuela como parte importante del aprendizaje de los hijos y la interrelación entre padres, maestros y alumnos.
• Otros formatos: Ebook

Todo sobre tu hijo
2007
Una guía para que los padres puedan enfrentar los dilemas y conflictos que aparecen cada día en la crianza de sus hijos.
• Otros formatos: Ebook

lunes, 26 de mayo de 2014

Presentación del libro: DESDE EL SILENCIO Cuarenta años después

El ateneo lleno recibió a Eduardo Strauch para escuchar su experiencia “Desde el Silencio”



Pocos son los hechos y las consecuencias de algo registrado hace 40 años atrás  que son capaces de seguir concitando tanto interés en el público.  Pero los hechos y las experiencias de quienes protagonizaron la caída del avión uruguayo en Los Andes y sobrevivieron a este hecho, poco menos que milagroso es  uno de ellos. Anoche el Ateneo Municipal estuvo prácticamente colmado – a pesar de la fría noche – para escuchar el relato de Eduardo Strauch de su propia experiencia plasmada en el libro “Desde el Silencio”.
La presencia de Strauch en Salto,  fue posible gracias a la organización de EL PUEBLO, la editorial Random House Mondadori y la colaboración del Departamento de Cultura de la Intendencia Departamental.
Strauch ha sido quizás el último de los sobrevivientes en decidirse a contar su experiencia, bastante particular, casi 40 años después de sucedido el hecho.
Luego de autografiar numerosos libros que adquirieron los asistentes a su charla, Strauch detalló pormenores no sólo del hecho y los 72 días del calvario que vivieron en la montaña, sino de las consecuencias posteriores sobre su vida y el concepto que tenía previo y posterior a este acontecimiento que como dijera “marcó para siempre su vida”.
Strauch contó cómo y cuando se decidió a contar su experiencia, contando con la contribución de la Ing. Civil y escritora, Mireya Soriano quien dio forma a su relato, su experiencia y su pensamiento.

Entrevista a Eduardo Strauch Urioste



QUERÍA TRANSMITIR
LO QUE HE VIVIDO

Hace pocas semanas, Eduardo Strauch, en ocasión de presentar su libro en España concedió a la revista digital Desnivel.com (que pertenence a la editorial del mismo nombre) una entrevista donde  se refirió a lo que le ha tocado vivir.

¿Qué edad tenías cuando tu avión quedó atrapado en los Andes?
Tenía 25 años.

¿Cómo dirías que esa experiencia ha marcado tu vida y tu camino?
Esta experiencia sin duda que ha marcado mi vida, de una manera absolutamente positiva, ¡y me sorprende!

¿Cuál es tu relación con el resto de supervivientes?
Es una relación muy fuerte, difícil de explicar pues es una hermandad muy fuerte, en la que tenemos desacuerdos como en cualquier grupo humano, y discutimos acaloradamente, y nos enojamos… pero esa relación y ese sentimiento que tenemos mutuamente no se puede destruir con nada.

¿A qué te dedicas desde entonces?
Me dedico, como antes, a la arquitectura, y últimamente también a la pintura, a las conferencias y a los viajes, y sobre todo a mi familia.
Háblame de la peregrinación anual al lugar del accidente.
He vuelto ya doce veces al sitio; con mi mujer, mis hijos, con amigos y personas de todas partes del mundo. Es mi retiro espiritual anual, donde me acerco a lo que aprendí allí, para no olvidar, donde lloro a mis amigos muertos, lo que no pude hacer en aquel momento. Donde voy a encontrar el silencio… en esa naturaleza imponente. Donde me sacudo la contaminación de la civilización moderna… y vuelvo purificado.

Un montañero, años después, encontró tu documentación perdida en la montaña ¿Qué supuso esto para ti?
Supuso conectarme tan brutalmente con aquel momento y lugar, que lo consideré un signo de que debía transmitir mi vivencia para que a otros les sirviera también. Fue el encuentro de mis dos yo, el de aquí y el de la montaña.

¿Por qué has esperado 40 años para escribir tu historia?
No he esperado, lo fui sintiendo así, he hecho un proceso que desembocó en la necesidad de dejar este legado, de compartir lo que he ido aprendiendo con esta generación y con las que vienen.

¿En qué momento te cruzas con Mireya, la coautora del libro? ¿Por qué ella para escribirlo?
Estuve bastante tiempo tratando de encontrar a la persona que me ayudara con este proyecto, desde el punto de vista literario. Por unos amigos comunes conocí a Mireya y en la primera conversación supe que era la escritora que estaba buscando. Enseguida percibí que estábamos en la misma sintonía.

¿Qué querías contar en Desde el silencio?
Quería contar lo que siento al mirar hacia dentro, con la perspectiva del tiempo y la madurez de los años.

¿Qué ha sido lo más duro para ti de revivir esta historia?
No ha sido dura, he convivido con ella, no la he revivido. Ha sido emocionante y conmovedor al memorizar e ir acordándome de detalles, momentos…

¿Y lo más gratificante?
Lo más gratificante ha sido ver todos esos pensamientos, reflexiones, recuerdos, que han pasado por mi mente durante estos cuarenta años, expresados sobre el papel de un manera poética y clara, y honesta… percibiendo que a mucha gente le llegará lo que pretendo transmitir.

¿Qué te gustaría trasmitir al lector?
Quisiera transmitirle la importancia del silencio, del amor en todas sus manifestaciones, del poder de nuestro espíritu y de nuestra mente, de la capacidad que tenemos para disfrutar de la vida… en cualquier circunstancia.

¿Quién es?
Eduardo Strauch Urioste (Montevideo, 1947) reside en Montevideo, Uruguay. Está casado y tiene cinco hijos. Desde hace más de cuatro décadas se dedica a la arquitectura, abarcando desde el proyecto y la dirección hasta la construcción de sus propias obras.
Es un destacado artista plástico. Su pintura evidencia un proceso desublimación y abstracción de la naturaleza que, según su filosofía, es el principio y el fin de todo. Viaja por diversas partes del mundo y en muchas ocasiones es invitado a dar conferencias en las cuales transmite lo aprendido durante la extraordinaria experiencia que le tocó vivir en la cordillera de los Andes.

Mireya Soriano (Montevideo, 1948) es ingeniera civil. En el campo literario ha obtenido premios en diversos certámenes. Sus cuentos integran antologías publicadas en Argentina, Chile, España y Uruguay. Es autora de la novela No hay tiempo para más (1998), del libro de relatos La Rosa de los Cuentos (2002) y de Así en la tierra como en el cielo (2010).
Muy compenetrada con esta historia desde que ocurrieron los hechos, ha entrado en perfecta sintonía con Eduardo Strauch, lo que le ha permitido colaborar estrechamente para lograr la culminación de este libro.
Eduardo Strauch Urioste es uno de los dieciséis sobrevivientes del terrible accidente ocurrido en el año 1972, cuando un avión militar uruguayo con cuarenta y cinco personas a bordo cayó en plena cordillera de los Andes. Después del impacto todo fue silencio.
El suceso, calificado como excepcional en la historia de la aviación, conmovió al mundo.

(Extraída de: Diario El Pueblo - de Salto-Uruguay)

DESDE EL SILENCIO Cuarenta años después

De: Eduardo Strauch Urioste
con Mireya Soriano


Eduardo Strauch Urioste es uno de los dieciséis sobrevivientes del terrible accidente ocurrido en el año 1972, cuando un avión militar uruguayo con cuarenta y cinco personas a bordo cayó en plena cordillera de los Andes. Después del impacto todo fue silencio...
El suceso, calificado como excepcional en la historia de la aviación, conmovió al mundo.
Aquella increíble odisea de supervivencia -que significó pasar setenta y dos días sobre un glaciar a casi cuatro mil metros de altura, sin abrigo ni alimentos- es contada desde un nuevo enfoque.
Desde el silencio - Cuarenta años después no se limita a repasar acontecimientos, sino que  describe un viaje introspectivo, contado de manera temática. Permite seguir el curso del pensamiento de Eduardo Strauch, quien mantiene con la montaña que los acogió y los puso a prueba una relación muy fuerte, a tal punto que vuelve a ella anualmente en una suerte de peregrinaje. A medida que transcurren sus recuerdos, esa dura experiencia del pasado se transforma en conocimiento compartido y universal, aplicable a la existencia de todo ser humano.


"Pero de pronto nuestro mundo cotidiano y familiar se había hecho añicos junto con el avión, y caímos en otro sitio en el que teníamos que hacernos adultos en cuatro o cinco días y convertirnos en personas capaces de afrontar decisiones de una dimensión tal que no había modelos, referentes, casos que conociéramos en la historia de la humanidad que pudieran servirnos de guía o darnos pautas de conducta."


Un libro con mucho contenido, muchas situaciones que nos ayudan a pensar...
Experiencias "fuertes" para asimilar y ver su significado desde diferentes ángulos.
Un libro que "atrapa" desde todo punto de vista y también por las profundas reflexiones que extrae de las vivencias el autor y protagonista.
Vale la pena leerlo, realmente!

Eduardo Strauch Urioste

(Montevideo, 1947) reside en Montevideo, Uruguay.
Está casado y tiene cinco hijos. Desde  hace más de cuatro décadas se dedica a la arquitectura, abarcando desde el proyecto y la dirección hasta la construcción de sus propias obras.
Es un destacado artista plástico. Su pintura evidencia un proceso de sublimación y abstracción de la naturaleza que, según su filosofía, es el principio y el fin de todo. Viaja por diversas partes del mundo y en muchas ocasiones es invitado a dar conferencias en las cuales trasmite lo aprendido durante la extraordinaria experiencia que le tocó vivir en la cordillera de los Andes.





Mireya Soriano (Montevideo,1948) es ingeniero civil. En el campo literario ha obtenido premios en diversos certámenes. Sus cuentos integran antologías publicadas en Argentina, Chile, España y Uruguay.
Es autora de la novela No hay tiempo para más (1998), del libro de relatos La Rosa de los Cuentos (2002) y de Así en la tierra como en el cielo (2010).
Muy compenetrada con esta historia desde que ocurrieron los hechos, ha entrado en perfecta sntonía con Eduardo Strauch, lo que le ha permitido colaborar estrechamente para lograr la culminación de este libro.

(Extraído de: Desde el silencio - Ed. Sudamericana)






domingo, 25 de mayo de 2014

Escuchar con los ojos - Libro de Ferran Ramon-Cortés

En la Entrevista -excelente, por cierto- que publiqué el 25 de mayo de 2014 -18:12, el autor nos habla de su libro: Escuchar con los ojos
Un magnífico libro para aprender esa habilidad, que no siempre nos acompaña, de saber "realmente" escuchar al otro.




El autor a través de una original metáfora, nos lleva, paso a paso, a descubrir los componentes de una escucha y de una comunicación eficaz.


"Tú encontrarás la solución.
  Lo único que puedo hacer para
  que la encuentres es ayudarte a
  verte a ti misma. Intentar hacerte
  un buen retrato."




Entrevista a Ferran Ramon-Cortés

Wabi-Sabi - de Francesc Miralles


Samuel mantiene desde hace ocho años una relación con Gabriela, pero sigue viviendo solo en su piso de soltero, ocupado con sus clases de alemán y ayudando ocasionalmente a Titus, su vecino redactor de manuales de autoayuda.
La primera mañana de junio recibe una postal sellada en Japón que muestra un gato con la pata levantada y una enigmática nota: «WABI-SABI». Días más tarde le llega una segunda postal con la fotografía de un templo.
Un evento inesperado le impulsará a viajar al país asiático, donde aprenderá la belleza de las cosas imperfectas y se abrirá una inesperada ventana al amor.


AÑO 2014 
PÁGINAS 222 
EDITORIAL Ediciones B



Luego de leer el Primer Capítulo -que con tanta gentileza  colocó el autor en su Web- quise extraer de allí algún texto, para compartir en este Blog, que me parecieron eran un buen exponente de la riqueza del Libro.
Y... espero que no sea un libro -como tantos otros- de los que vemos que son editados, que tienen mucho éxito entre los lectores, pero... que no llegan a nuestras manos, a nuestras librerías! Aún no pude entender el por qué no se editan también para estas latitudes...



"Con el tiempo he comprendido que no es la soledad, sino los otros, la manera de conocerse a uno mismo.  Una vez has renunciado a todo, es relativamente sencillo subir a una montaña y esperar a que se consuman los días sin más. Lo más difícil, el arte supremo, es relacionarse con quien es diferente a ti, porque nuestra habilidad en este campo nos da nuestra verdadera medida como seres humanos."

"Yo debo ser un simple aprendiz, ya que no dejan de sorprenderme las decisiones de las personas de mi alrededor."

"La experiencia me decía que la llegada de un extraño siempre arrastra una pesada cola de complicaciones."