jueves, 26 de junio de 2014

¡Yo puedo! - por Natalia Trenchi

Ser capaz de pensar "yo puedo" es tener una llave mágica que nos habilita a avanzar. Si creemos en nuestra propia fuerza y en nuestros recursos, los obstáculos pasan a ser desafíos y no barreras. Mucho más que los conocimientos que tengamos, que nuestra capacidad intelectual o riqueza cultural, es la confianza en uno mismo lo que nos va a permitir llegar a donde queremos.

Confiar en uno mismo no es creerse que uno puede lo que no puede, pero si ser conscientes de nuestras fortalezas y del poder del esfuerzo y el tesón.

Cómo criemos a nuestros niños va a determinar en buena manera la confianza que desarrollen en sí mismos. Hay algunos conceptos claves:

a) La autonomía. Uno de los grandes secretos para criar niños seguros de sí mismos es tener la sabiduría de irles permitiendo hacer lo que ellos van siendo capaces de hacer. Una madre o un padre sabio sostendrá a su hijo en sus brazos mientras sea un bebé, pero lo dejará parar cuando esté en condiciones y soltará sus manitos cuando se largue a dar los primeros pasos. No porque crea que no se va a caer, sino porque sabe que no hay otra manera de aprender a caminar que no sea aprendiendo a caerse y a levantarse. En ese camino desde la dependencia a la gradualmente creciente autonomía es que van desarrollando recursos y estrategias y fortaleciéndose emocionalmente.

Dejar crecer a nuestros hijos en salud implica dejarlos alejarse de uno mismo como padre cuidante. Es necesario que enfrenten algún riesgo para desarrollar estrategias de autocuidado y de protección.

Ya sea por amor, por miedo o por egoísmo, o por una mezcla entre todos los sentimientos, a veces los padres impedimos el adecuado proceso de autonomía e independencia de nuestros hijos. Cuando hacemos por ellos lo que ellos tienen que hacer o cuando les maquillamos exagerada y sistemáticamente las realidades de la vida para atenuarles un sufrimiento normal, los estamos debilitando porque les estamos impidiendo generar sus propios recursos para ser individuos autónomos y fuertes.

También les estamos debilitando porque al protegerlos exageradamente o al hacer lo que ellos deberían hacer los estamos tratando como si fueran débiles, diciéndoles, sin quererlo, que no confiamos en su capacidad de enfrentar las cosas como son. Con sobreprotección no hay confianza en uno mismo posible.

b) La exigencia. Un adulto sabe exigir a un niño cuando sabe y respeta lo que ese niño es capaz de dar por su nivel de desarrollo y características personales. La exigencia saludable plantea un pequeño desafío alcanzable a partir de allí. Esos avances son el combustible para el desarrollo de la confianza en sí mismo.

Exigir a un niño lo que es razonable exigirle es una muestra de confianza en su capacidad, y en gran medida es por eso que no hay confianza en uno mismo sin exigencia. Un niño al que no se le exige esfuerzo, al que no se impulsa a superarse, es un niño que recibe el mensaje de que nada se espera de él.

c) El feedback. La confianza en uno mismo puede pensarse como una poderosa vocecita interior que nos da confianza y nos estimula al esfuerzo, o que nos boicotea anunciándonos debilidad y fracaso. Esa vocecita puede ser nuestra amiga o nuestra enemiga y se hace oír cada vez que enfrentamos un desafío o una actividad. ¿De qué depende que nos aliente o que nos anuncie el fracaso inevitable? Ese pensamiento que nos estimula o nos amilana es el heredero de la voz de nuestros padres y de nuestros educadores que nos han dicho a lo largo del tiempo si somos valiosos y poderosos o débiles y con tendencia al fracaso.

Si fuimos criados por adultos que fueron más sensibles a nuestros avances que a nuestros errores, que nos demostraron confianza y que nos permitieron equivocarnos y volverlo a intentar, nuestra vocecita será igualmente estimulante y benévola. Si, por el contrario, fuimos criados en la hipercrítica, en el castigo sistemático de todos los errores y en el no reconocimiento de lo que se hace bien porque podría haberse hecho mejor… nuestra vocecita nos tenderá miles de deletéreos obstáculos interiores cuando tengamos que enfrentar algún desafío.

Criar niños que tengan esta riqueza es criar mejores personas para un mundo que necesita de gente que lo mejore.

(Extraído de: www.mujermujer.com.uy)


NATALIA TRENCHI

Médica, psiquiatra de niños y adolescentes y psicoterapeuta cognitivo-conductual. Piensa seguir trabajando mucho más para conseguir que nuestros niños crezcan más felices, fuertes, buenos y respetados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario