sábado, 5 de julio de 2014

Desde lejos, por la empatía por Natalia Trenchi




Escribo esta nota desde Edinburgo, donde estoy participando del congreso mundial de la WAIMH (World Association of Infant Mental Health), la asociación que nuclea a todos los investigadores y clínicos interesados en la primera infancia.

Participar de estas instancias permite una intensa inmersión en lo que se está investigando, descubriendo y haciendo en el mundo en la temática. Si me piden un resumen muy resumido, les diré que más allá de provenir de sociedades tan diferentes (hay desde ingleses hasta japoneses, alemanes, israelíes, finlandeses, suecos, estadounidenses, noruegos, rusos, italianos, etc.) y a pesar de realidades históricas, económicas y culturales tan diferentes, TODOS compartimos los mismos problemas. Todos tenemos niños abandonados por sus familias y todos buscamos, con éxitos dispares, el mejor remiendo de semejante herida.

Todos tenemos niños que nacen con discapacidades y que requieren de cuidados especiales, y eso produce un gran impacto en la vida de sus padres quienes muchas veces quedan malheridos y sin apoyo. Todos tenemos familias sometidas a un estrés social tan tremendo que la crianza de sus hijos se desvirtúa gravemente. Y todos estamos preocupados por la agresividad de nuestros chiquitos que no es más que el reflejo natural del clima emocional en que están creciendo.
Hay algo que queda muy claro y hay montañas de evidencia científica que lo sostienen: los humanos para desarrollarnos bien globalmente, necesitamos un combustible mágico y muy valioso que sólo se encuentra en la relación que tengamos con un adulto que sepa cuidarnos.
Saber maternar bien, significa lograr entender las claves que da el bebé y saber y querer responder a ellas. Significa ser capaz de devolverle el bienestar cada vez que algo (como ser el hambre, el frío, el dolor u otra cosa), lo perturbe.

Este cuidado de excelencia es posible gracias a que el cerebro de madres y padres cambia cuando nace su hijo y lo crían. Los investigadores nos mostraron increíbles imágenes de resonancias magnéticas que muestran claramente este cambio: maravilloso recurso de la naturaleza que produce una especie de "locura transitoria" que permite que nada importe más en el mundo que satisfacer las múltiples necesidades del bebé, aún a expensas de la postergación de las necesidades propias. Esto no sólo asegura la supervivencia sino el desarrollo de una capacidad muy, muy importante que es de lo que quiero hablarles hoy: la empatía, esa capacidad que nos permite conectarnos significativamente unos con otros, ponernos en el lugar del otro y entender que ese otro también tiene pensamientos y emociones.

Todos nacemos con la posibilidad biológica de ser empáticos porque tenemos unas células especiales que son las neuronas espejo, que forman parte de un sistema que genera en el cerebro propio lo que está pasando en el de otro. Ser capaces de registrar las emociones de los otros, nos permite entenderlos y evitar que ubiquemos a esos otros en la categoría de objetos.

Esta capacidad potencial con la que nacemos puede ser estimulada si nos tratan empáticamente desde que nacemos y pueden estropeárnosla, si se nos descuida o maltrata.
Es claro que buena parte de los males que nos aquejan como sociedad son el resultado de un debilitamiento gradual de la capacidad empática.
A todos nos preocupa la agresividad, el vandalismo, la crueldad. Nada de esto viene porque alguien nació malo sino porque se le erosionó la empatía. Y cuando eso sucede, los otros pasan a ser objetos y tratados como tales, descargando toda la frustración, el resentimiento y la violencia sin considerar el sufrimiento que provoca.

La erosión de la empatía puede tener muchas causas pero ninguna depende de los genes; todas dependen de cómo se trata a los pequeños. ¡Y eso puede y debe ser cambiado!

Necesitamos que los niños en sus primeros años, por lo menos, estén más en contacto con su familia, en un contacto cercano, tibio y razonablemente tranquilo.

No se puede crecer fuerte emocionalmente si nos abandonan y nadie nos rescata o si los que nos rescatan nos tratan mal. Tampoco si los padres tienen que volver a trabajar muy tempranamente o sencillamente vuelven a sus vidas de cuando no tenían hijos y dejan a los bebés al cuidado de otros que ni los quieren ni entienden. Tampoco si la mamá está deprimida y consumida en su tristeza, sin poder contactarse con el niño o niña. O si el papá es violento y grita o pega cuando se enoja. O si no hay para comer, para abrigarse o para estar tranquilos.
Si no logramos cuidar a nuestras familias nuevitas como cuidamos a nuestro auto o nuestro celular, vamos a seguir produciendo humanos que cosifican a los demás y por ende pueden agredir, dañar, destruir sin que ninguna barrera moral ni emocional los detenga.
Cómo criamos a nuestros niños desde el principio es lo que va a determinar el tipo de personas que serán. No importa nada si saben cuatro idiomas o son un as con la tecnología si no han aprendido a conectarse, respetar y valorar al otro como a sí mismos. No importa tanto que nazcan en una familia rica o pobre (si bien todo sería mejor si no existieran las diferencias), sino que los adultos que los crían sean capaces de activarles los circuitos cerebrales que forman parte del sistema de empatía. Y eso se hace con amor, pero no solo con él. También se hace con entrega, compromiso, interés y respeto por el niño.

No sirve de nada quererlos mucho, gastar mucho dinero en ellos si no tenemos el tiempo, las ganas y la dedicación de estar ahí cuando nos necesitan.

Afortunadamente, muchas personas saben hacerlo naturalmente sin haber leído ni una línea de un libro de crianza y sin tener idea de que existen las neuronas espejo. A otras, les cuesta más por diferentes motivos, algunos muy relacionados con los cuidados que como niño recibió de los adultos. A ellos hay que enseñarles, ayudarlos y guiarlos hasta que encuentren el camino.

Me voy de este Congreso con muchas ganas de implementar en nuestro país algunas estrategias de acción que nos ayuden a criar uruguayitos más empáticos. Voy a necesitar ayuda así que ya se enterarán.


Me parece excelente este Artículo de la Dra. Natalia Trenchi, siempre más que "preocupada", OCUPADA en dar cada vez más de lo que sabe tanto y lo comparte tan bien!!!

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