martes, 24 de febrero de 2015

Casapueblo sin Páez Vilaró

ESTILO - PUNTA BALLENA
El primer verano en Casapueblo sin Páez Vilaró
La edificación mítica del este no tendrá la presencia de su fundador

Poco parece haber cambiado en Casapueblo. Los turistas y visitantes siguen subiendo a través de los peñascos civilizados de Punta Ballena para enseguida descender unos metros en un camino de asfalto que invita a adentrarse poco a poco en ese gran laberinto blanco.
Pero hay algo que ya no es igual. Antes, uno se podía topar desprevenidamente con la mente responsable de ese gran enredo arquitectónico, recorriendo sus pasillos y conversando con las visitas. Hoy esa figura solo se encuentra presente a través de su arte. El 24 de febrero de 2014 falleció a sus 90 años Carlos Páez Vilaró y esta será la primera temporada que Casapueblo no cuente con su presencia, como si de una edificación huérfana se tratase. 
Inaugurado en 1960, Casapueblo es considerada la mayor obra del artista plástico uruguayo.
Actualmente la construcción se divide en tres fracciones. En primer lugar está el hotel, denominado Club Hotel Casapueblo, administrado por una sociedad argentina que también se encarga del mítico hotel Catedral en Bariloche. Sobre la izquierda de la construcción, si uno está parado de frente al mar, se encuentra su casa, donde residía y pintaba durante gran parte del año, cuando no viajaba. Por último, en la cúpula principal del edificio se encuentran el museo y taller de Casapueblo, en el que se pueden ver parte de las pinturas, esculturas y otras piezas de arte creadas por Páez Vilaró.

Hacia adelante
Tras la muerte del artista en febrero, el museo se ha mantenido intacto en su funcionamiento y en el montaje de sus obras. Cuando uno desciende por unas escaleras se encuentra con una pequeña recepción, donde es recibido por una fotografía gigante de él, sosteniendo uno de sus gatos siameses preciados, con Casapueblo de fondo en un día soleado. Lo que sigue es un recorrido sin rumbo a través de 50 años de obras del pintor, escultor y escritor. El museo se divide en cuatro salas pequeñas: Sala Nicolás Guillén, Sala Pablo Picasso, Sala Rafael Squirru y Sala José Gómez Sicre. También cuenta con una sala de proyección, varias terrazas, un mirador, una boutique y una cafetería.
El recorrido no tiene una dirección determinada y quien lo visite pasará de ver un documental sobre la vida del artista o apreciar sus esculturas a toparse sin aviso con dos habitaciones repletas de parafernalia, libros y varios souvenirs con la estética propia del uruguayo.
También hay varias imágenes y recortes de revistas de él junto a sus amigos, familiares y celebridades internacionales, en una mezcolanza fotográfica que va desde Pablo Picasso hasta Valeria Mazza.
Así como el recorrido a través del museo no se presenta con una dirección determinada, su futuro es incierto.
En conversación con El Observador, Mercedes Páez Rodríguez –la menor de los hijos del pintor con su primera esposa– afirmó que existe un plan de acción hacia más adelante. Ampliar las exposiciones, mejorar la infraestructura y convertir la casa de su padre en una nueva área de visita abierta al público, son algunos proyectos.
Páez Rodríguez indicó que la intención de concertar estas renovaciones, que todavía no tienen una fecha exacta, reside en los deseos expresados por su padre antes de morir. “Casapueblo va a seguir igual, como se lo prometimos a papá. Va a ser un gran museo, esperemos que cada vez mejor. El mito de Casapueblo es una cosa infernal. Es único”, dijo.
Antes de iniciar la renovación del establecimiento, ciertos asuntos deben ordenarse dentro del ámbito familiar del pintor. Hoy en día el museo de Casapueblo es dirigido por la viuda de Páez Vilaró, la alemana Anette Deussen, tercera esposa del pintor, con la que tuvo tres hijos. Entre celos, acusaciones, antiguas rispideces y el shock de la muerte del pintor, la relación actual entre Deussen y los hijos mayores de Páez Vilaró no es la mejor.
Por ejemplo, para que los planes de ampliación del museo se concreten, Deussen debería ceder parte de la vivienda donde hoy reside. “Sería lo ideal, ella ahora está recién pensando en qué hacer. Siempre se habló de que esto era ridículo usarlo enteramente como casa. La gente tiene que pasar y ver donde vivía y comía el pintor”, manifestó Páez Rodríguez, quien comparó el emprendimiento con otros realizados en los hogares de artistas como Salvador Dalí.
Sobre el montaje de sus obras, la hija del pintor expresó su deseo de transformarlo en un museo del primer mundo.
“En un futuro me gustaría que fuera todo más ordenado. Como un museo de Europa. Ahora es todo como le gustaba a papá. Me gustaría verlo más prolijo. Ya no está el pincel para hacerlo de vuelta. Me gustaría que su obra estuviera intacta toda la vida. Necesita un poco de organización para que esto sea mejor y que la gente se vaya feliz. Que esto nunca pare. Es lo que le prometimos a papá: que esto iba a ser un museo de por vida”.
Sin billetera
El museo y el hotel cuentan con una valoración de cuatro de las cinco estrellas que se pueden dar en la web de turismo TripAdvisor. Son muchos los elogios de los usuarios sobre la arquitectura, atención y paisaje del lugar. Sin embargo, algunos asistentes critican cierto “consumismo” que invade el paseo, debido al costo de la entrada ($ 180) y la imposibilidad de evadir la tienda de regalos durante la visita.
Además de los libros, llaveros, baldosas, imanes y otros objetos, todas las obras del museo se encuentran a la venta. Quien visite puede preguntar por el precio de cualquiera –incluso una las primeras de Páez Vilaró–, comprarla y llevársela en el momento. Según Páez Rodríguez, este aspecto responde a la relación que tenía su padre con el dinero.
“Con eso comía, canjeaba. Él viajaba por el mundo sin plata. Vivía a trueque. No tenía billetera ni tarjeta de crédito. El aparato dental mío de la infancia se lo cambió al dentista por un cuadro”, contó como ejemplo de la personalidad del artista plástico.
Tradiciones
Para Páez Rodríguez, hay varios elementos dentro de Casapueblo que hasta hoy mantienen viva el alma de su padre. Por ejemplo, es común recorrer las habitaciones y toparse con diferentes gatos que el pintor cuidaba. Sin miedo alguno a los turistas, estos animales se posan sobre las esculturas y mesas del lugar, como si supieran que no hay dueño capaz de rezongarlos.
Sin duda, uno de los eventos más clásicos del lugar es la “ceremonia del sol”, que se realiza todos los días desde hace 20 años cuando el astro rey se posa sobre el horizonte de Punta Ballena. Los visitantes copan diariamente las terrazas del museo para contemplar el atardecer. Antes de que comience el ocaso, la música de ambiente a cargo de artistas como Norah Jones es interrumpida por un una grabación en la que Páez Vilaró recita su célebre poema en el que saluda y despide a la estrella.
Es en ese instante, en el que muchos de los asistentes quedan en silencio mirando hacia al mar, que Páez Rodíguez siente que su padre revive día a día.
“Es duro que no esté el viejo a pesar de que el alma de él está acá. Cuando se pone el sol y se pasa el audio es como si él estuviera. Siempre era así, hay que hacer de cuenta como si él estuviera aquí en la casa”.
Casapueblo, que comenzó como una pequeña casa familiar de madera y luego se transformó en una obra icónica de la arquitectura uruguaya, se puede ver como la materialización en cemento de un artista inquieto y espontáneo, amante del mar y la naturaleza.
Para su hija, no hay dudas del valor que tuvo la construcción en la vida de su padre: “Significó todo. Fue su gran creación, amor, todo. La fue creando con las manos y fue su escultura habitable, como él la llamaba. Él vibraba. Se iba de viaje, era andariego, pero cuando llegaba acá, era llegar a la paz”.

(Extraído de: El Observador)



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