viernes, 21 de noviembre de 2014

Los acuerdos fortalecedores - por Natalia Trenchi

No me cansaré nunca de decir que el objetivo principal de poner límites a nuestros niños no es que se “porten bien” sino que aprendan a pensar y actuar por sí mismos. Lo que queremos criar no son “robotitos bien portados” sino seres pensantes que sepan administrar sus emociones y sus impulsos, que sepan pensar antes de actuar y que tengan criterios éticos para regularse a sí mismos.

Nada de esto se consigue sin trabajo sostenido de crianza por parte de padres comprometidos, pacientes y creativos. ¿Dicen que pido mucho? Para nada. Confío en las madres y padres uruguayos (sobre todo los que leen este tipo de artículos!).

Una de las tantas habilidades que tenemos que desplegar si queremos salirnos del modelo autoritario de las órdenes irrestrictas es la de saber negociar. Los acuerdos tienen como objetivo no sólo conseguir que hagan determinadas cosas que tienen que hacer, sino que aprendan el arte de la negociación, que fortalezcan la responsabilidad y valoren la palabra como un compromiso. Negociar es ser capaces de flexibilizar posiciones y quien hace eso, flexibiliza nada menos que su pensamiento.
Hay diferentes tipos de acuerdos. Algunos se plantean como condición para hacer algo puntual. Por ejemplo: “Podemos ir al parque pero tenemos que llegar a casa a tiempo para que yo prepare la cena, así que podemos quedarnos hasta las 18 y no más. ¿Vamos?”.
Otras veces el acuerdo es más duradero ya que implica actividades que hay que hacer todos los días. Por ejemplo, el horario para hacer la tarea escolar o bañarse. Lo que se acuerda en estos casos es un aspecto parcial (el horario u otras condiciones), pero no se discute que la tarea haya que ser realizada.

A diferentes edades, diferentes acuerdos. Si nuestro hijo de tres años se resiste a juntar los juguetes, un buen trato puede ser ayudarlo levantando uno él y otro nosotros y así hasta terminar. Así descubrirá, entre otras cosas, que hacerlo no fue espantoso y que somos buenos compañeros de aprendizaje y no solo unos “jefes rezongones”.

Si quien no quiere ir a ordenar el cuarto tiene 10 años, el trato puede involucrar que elija el mejor momento para hacerlo, dentro de límites razonables, sin lo cual no podrá acceder a ningún privilegio.

Para hacer acuerdos hay que estar tranquilos. Cuando uno está enojado las habilidades de negociación se debilitan peligrosamente, así que primero recuperen la calma y después hagan el planteo.

Ya que en todo conflicto hay por lo menos dos lados de la historia, empiecen por poner en palabras las diferentes posiciones de modo de dejar todo bien claro. “Esta es la situación:  yo quisiera que te bañaras apenas llegas del cole y tu no. Podemos pensar en un acuerdo. ¿A qué hora te parecería mejor?”.

El planteo debe indicar desde el principio que es una propuesta de acuerdo, no una discusión. Por eso, importa cuidar no solo las palabras sino el tono y la actitud general. Necesitamos acercarnos, no imponernos.

Recuerden también que acercar posiciones no es aceptar lo que nos parece mal sino flexibilizar la salida pero no a cualquier precio.

Siempre que sea posible, denle participación a los niños en la solución de situaciones. Den menos órdenes y ayúdenlos a pensar más por sí mismos. "Durante la semana tenés deberes todos los días. ¿En qué horario te parece mejor hacerlos?”.

Algunas veces, los acuerdos deben ser por escrito lo que evita olvidos y malos entendidos. El contrato puede ser puesto en algún lugar estratégico a modo de recordador como por ejemplo una nota pegada en el monitor de la computadora con las condiciones para su uso.

Es imperioso mantener siempre la palabra en un acuerdo. Puede que llegado el día acordado para ir al parque a jugar a la pelota no tengamos ganas o nos venga mal. Si el niño cumplió con su parte del acuerdo, nosotros debemos cumplir con la nuestra a rajatablas si lo que queremos trasmitirle es el valor de la palabra empeñada.

Siendo como son de útiles y fortalecedores, los acuerdos también pueden tener sus peligros. Presten atención a esto:

- No les hagan creer que todo puede y debe ser acordado: hay situaciones y comportamientos negociables y otros que no lo son y tenemos que ser claros y consistentes al respecto. Así como es saludable que aprendan a negociar, también lo es el que aprendan que hay reglas y normas que hay que acatar, nos guste o no nos guste.

- Que no crean que sólo deben hacer caso cuando están de acuerdo: si planteamos un acuerdo y el mismo no se consigue, es la opinión del padre o madre la que debe primar.

- Nunca ofrezcan opciones que no son posibles: solo planteamos un acuerdo si de verdad la negociación es posible y estamos dispuestos a embarcarnos honestamente en una solución de consenso. Si no hay salida posible, no finjamos que si la hay.

- Nunca hagan abuso de poder: obviamente los adultos tenemos más experiencia y poder que los niños. Esta supuesta superioridad nunca debe ser utilizada en contra de los intereses del niño, ni para humillarlo ni hacerlo sentir débil. Una cosa es la autoridad y otra el abuso de poder. Que sepamos más debe estar al servicio de darles el mejor ejemplo posible de cómo se tratan las personas que se quieren y se valoran.

Extraído de: www.mujermujer.com.uy

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