viernes, 12 de septiembre de 2014

El valor de una sonrisa - Por Ferran Ramon-Cortés

September 1, 2014

Margarita es una entrañable abuela que vive en un pequeño pueblo de la isla de Menorca. Su casa está en la calle mayor y  cada noche, después de cenar, saca una silla al portal y se sienta sola a observar el ajetreo estival de la calle.

Mucha gente se para a saludarla. Algunos son amigos, otros simples conocidos. Y lo hacen porque hay algo en ella que te impulsa a pararte y compartir unas palabras con ella: su sonrisa. Todas las horas que pasa en la calle las pasa con una preciosa sonrisa dibujada en sus labios. Una sonrisa magnética, que te atrae, y que se contagia con pasmosa facilidad.

Seducido por la sonrisa de Margarita, he querido saber un poco más ella, y me he encontrado con algunas informaciones alentadores pero también algunos datos inquietantes.

He podido leer que la sonrisa es la expresión facial más reconocible, y que sin duda alguna predispone a la comunicación y a la relación. Goleman lo explica maravillosamente en lo que llama “el efecto cara feliz”, según el cual estamos genéticamente programados para relacionarnos con aquellos que expresan facialmente bondad.

También he leído que según un estudio de la Universidad de California – San Francisco se pueden identificar hasta 19 tipos distintos de sonrisas, algunas auténticas, otras fingidas. Y es que la sonrisa, además de una expresión natural de felicidad, es la máscara ideal de nuestros sentimientos, ya que es la expresión que utilizamos cuando no queremos que conozcan nuestro verdadero estado emocional.

Es relativamente fácil identificar si una sonrisa es o no auténtica (en la sonrisa auténtica utilizamos todos los músculos faciales, y sonríe no sólo la boca sino también los ojos, mientras que en la sonrisa fingida sólo somos capaces de controlar unos pocos músculos de la boca). Lo que será más difícil será bucear en esa sonrisa fingida para descubrir qué esconde realmente.

Me ha gustado saber que comenzamos a sonreír en el útero materno, pero me ha inquietado conocer que cuando somos niños sonreímos hasta 400 veces al día, mientras que cuando somos adultos la cifra baja a 20.

Me parece una verdadera lástima que con el paso de los años una de las cosas que abandonemos sea la sonrisa. Una lástima y un tremendo error, pues sin duda la sonrisa es el pasaporte a la empatía.

La sonrisa nos conecta con la gente. Nos gustan más las personas que sonríen que las que están serias, y elegimos las personas que sonríen para comunicarnos con ellas. ¿por qué entonces pasamos de sonreír 16 veces cada hora cuando somos niños a hacerlo menos de una vez cuando somos mayores?

Los neurocientíficos aseguran que forzarte a sonreír te cambia el humor y reduce el stress. Aseguran que más allá de que la sonrisa sea una manifestación de felicidad, a través de ella podemos cambiar nuestro estado de ánimo. Es decir, que sonreímos si somos felices, pero podemos ser más felices si sonreímos.

La sonrisa es contagiosa, y diferentes serían las cosas si nos regalásemos y regalásemos a los demás unas cuantas sonrisas a diario. No dejemos de sonreír, porque nos puede levantar el ánimo y somos mucho más atractivos en nuestras relaciones.

Como dijo la Madre Teresa, “Cada vez que sonríes es un acto de amor y un regalo”.


(Extraído de la Web del escritor Ferran Ramon-Cortés)


Qué poco cuesta y cuánto podemos trasmitir con una sonrisa!!!!... y tantos otros gestos que, cómo ése pueden ser un regalo que están necesitando los demás...

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