Confieso que es un libro que me “atrapó”desde el momento que lo vi, pero también, que luego de tenerlo, me costó empezar su lectura, porque ya al leer su comentario, uno se da cuenta , por el argumento, que es un libro que confronta, que nos hace de “espejo”…, que nos vamos a sentir muy identificados, quizás, con el protagonista… y pienso , como el autor que “nadie desea subirse al ciruelo”, pero que todos, en determinados momentos, sentimos ganas de subirnos y… no bajarnos! Porque para no desear hacerlo, se necesitan argumentos muy sólidos, muy convincentes, como los que aporta el autor, con su gran sapiencia filosófica y humana, muy adaptable a la vida cotidiana, a lo que sentimos y vivimos todos los días; esos pequeños y grandes acontecimientos que nos “frenan ", que nos “desbordan”, que nos “nublan “ la meta y el sentido, que nos generan grandes interrogantes, que necesitan una respuesta que nos “mueva”, que nos interpele, que nos ayude a cambiar el rumbo, para ir al encuentro de ese tan necesario sentido de vida. Al que no es fácil llegar, pero para lo que el autor nos da buenas pautas; nos expone su propio método, que como dice: “cada uno puede aplicar a su propia vida, pero que también puede desarrollar en diálogo socrático con alguien”.
Un método que incluye siete movimientos, presentados con total claridad y profundidad, que son, diría yo, “el broche de oro” en el libro, pues forman una secuencia indispensable en el difícil camino para llegar a encontrar el sentido, el para qué de la propia vida.
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