COMENTARIO DEL AUTOR
Nuestros sentimientos son un sexto sentido, el sentido que interpreta, ordena, dirige y resume los otros cinco. Los sentimientos nos dicen si lo que experimentamos es amenazador, doloroso, lamentable, triste o regocijante. Podemos describirlos y explicarlos de manera sencilla y directa, ya que no hay en ellos nada de místico ni de mágico. Conforman todo un lenguaje propio. Cuando hablan los sentimientos, nos vemos obligados a escuchar y a veces, a actuar, aun cuando no siempre comprendamos el porqué. No tener conciencia de los propios sentimientos, no comprenderlos o no saber cómo utilizarlos y expresarlos es peor que la ceguera, la sordera o la parálisis. No sentir es no estar vivo. Más que ninguna otra cosa, los sentimientos nos hacen humanos. Nos hacen, en fin, semejantes.
Los sentimientos son nuestra reacción frente a lo que percibimos y a su vez tiñen y definen nuestra percepción del mundo. Son, en realidad, el mundo en el que vivimos. Dado que buena parte de lo que conocemos depende de nuestros sentimientos, flotar a la deriva en medio de sentimientos confusos o vagamente percibidos equivale a sentirse avasallado por un mundo confuso.
Mi objeto al escribir esta obra es explicar la naturaleza de los sentimientos: su significado, su manera de actuar, su origen, y por último, la forma de comprenderlos y utilizarlos. La explicación que propongo proviene tanto de mi formación profesional y experiencia en la clínica psiquiátrica, como de la familiaridad y conocimiento que tengo de mí mismo, los cuales, según confío, por ser aún incompletos, continúan aumentando. Durante el desarrollo de mis puntos de vista he llegado a adquirir la conciencia de mis propias limitaciones y por ello he tratado de evitar que ellos interfieran en forma negativa. No pretendo proveer aquí la totalidad de las respuestas, pero creo haber adquirido cierto conocimiento de los sentimientos en el curso del tiempo. Intentaré, pues, formular aquí los conceptos formados en los términos más directos y sencillos posibles.
El lenguaje de los sentimientos es el medio por el cual nos relacionamos con nosotros mismos. Si no podemos comunicarnos con nosotros mismos, no podemos comunicarnos con los demás. Como he señalado, percibimos el mundo por medio de los cinco sentidos. Las impresiones sensoriales que nos llegan por dichos sentidos deben ser integradas nuevamente por cada uno de nosotros. La manera como cada uno percibe con un sentido determinado varía, pero no tanto como la manera como cada uno “crea un sentido” del mundo que percibe. Este proceso de integrar el mundo a nosotros a nuestra propia manera, es un proceso mental básico, así como también un proceso creativo.
Nuestros sentimientos son la reacción a lo que percibimos por medio de los sentidos y dan forma a nuestras reacciones frente a los que percibiremos en el futuro. La persona que lleva dentro una gran dosis de enojo no resuelto, por ejemplo, puede tender a hallar que el mundo que encara es un mundo también lleno de enojo y con ello justificar y perpetuar su propio sentimiento.
Creo que de esto cabe inferir que el mundo es en buena parte el que nosotros mismos nos creamos. En realidad, el mundo se halla mucho más bajo nuestra influencia de lo que la mayoría de nosotros advierte. Cuando asumimos la responsabilidad de nuestros sentimientos, asumimos, además, nuestra responsabilidad frente a nuestro mundo. En la comprensión de nuestros propios sentimientos reside la clave del dominio de nosotros mismos, la verdadera independencia, lo cual significa lograr el único poder real que merece ser obtenido. Si bien la idea implica que cada uno de nosotros actúa en forma autónoma, también significa que cada uno puede hacer mucho para reconstruir las piezas inconexas de su vida y llevarlas a una armonía. Sospecho, en verdad, que si cada uno aceptase la responsabilidad de poner orden en su propio mundo emocional, el mundo más amplio podría adquirir también mayor realidad, armonía y aun paz.
Es mi esperanza que este libro contribuya a despejar el misterio que rodea a los sentimientos, permita en mayor medida reconocer y comprender lo que sentimos, muestre el origen de los sentimientos, así como su dirección, a fin de que se transformen en aliados, en lugar de enemigos de nuestro propio desarrollo normal. No es mi propósito proponer soluciones llamativas o sujetas a modas efímeras. El método básico es la comprensión, mediante la cual aspiro a que cada uno de mis lectores llegue a adquirir una conciencia renovada de sí mismo.
Hay mucho en estas páginas, sin duda, que muchos han pensado ya, o por lo menos, sentido con anterioridad. Intentaré aquí, no obstante, ordenar este material y darle con ello mayor utilidad, indicando cual es el lenguaje de los sentimientos sobre el que sea posible articular una sintaxis apropiada de las emociones.
A medida que expresamos en forma más abierta nuestros sentimientos, tenemos menos necesidad de precavernos con cosas que hallamos amenazadoras en el mundo, ya que en lugar de ocultarlos, la persona abierta los utiliza como guía para interpretar el mundo que vive. Quienes confían exclusivamente en el intelecto para encontrar su camino en el mundo no tienden a estar tan en armonía con él como quienes utilizan sus sentimientos. Los más altos logros del hombre no se encuentran en la precisión de su ciencia, sino en la perfección de su arte. El arte del hombre es la celebración de sus sentimientos en su punto de mayor coherencia.
No es posible captar la realidad sin tener en cuenta los sentimientos. Las abstracciones del intelecto y el razonamiento tienen importancia, pero cuando ellas pierden contacto con los sentimientos, abren el camino para los actos inhumanos y destructivos. Cuando perdemos contacto con nuestros sentimientos, perdemos a la vez el contacto con nuestras cualidades más humanas. Recordemos a Descartes y digamos, en una paráfrasis de su célebre frase: “Siento, luego, soy”.
En este libro aspiro a crear un marco de referencia dentro del cual el lector pueda analizar sus propios sentimientos y su vida. Con ello espero asimismo proporcionar un elemento de guía que permita a los sentimientos hallar su expresión más natural de la manera más económica y socialmente aceptable y que en el proceso cuente con las mayores probabilidades de resolver conflictos y estimular su propio desenvolvimiento. Podemos manejar nuestros sentimientos en forma defensiva o bien constructiva. En la primera, nos volvemos hacia adentro, mientras que la segunda es un expresivo volverse hacia afuera.
Todo lo antedicho es, como bien lo comprendo, una empresa altamente ambiciosa y por lo tanto, imposible de lograr en su totalidad, aun con las mejores intenciones. El lector podrá, según espero, aceptar las ideas y métodos propuestos aquí y utilizarlos como mejor le convenga para solucionar sus interrogantes,reunir los pormenores de su propia experiencia y con ellos crearse la mejor vida posible por y para sí mismo.
DAVID VISCOTT
Quise transcribir aquí la Opinión del Autor con la que inicia el libro, porque me parece que explica con total claridad el contenido del mismo. Hace bastante tiempo que lo leí por primera vez, pero siempre lo he tenido presente, quizás por lo importante del tema y por lo que de él nos enseña. Y creo que, como expresa casi al final, "Si todos siguiéramos los dictados de nuestros sentimientos, hallaríamos el rumbo que buscamos en realidad, sin dogmas, sin cultos, sin gobiernos y si gurú."
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