lunes, 19 de mayo de 2014

Como la araña - de René J. Trossero

DURANTE LA NOCHE,  con paciencia y maestría una araña tejió su tela en un ángulo de la abertura, que hacía de puerta para nuestra gruta.
        Íbamos con el maestro rumbo a nuestra experiencia diaria, cuando se detuvo.
        Siempre atento a la información que le entregaban sus sentidos, vio la tela y frenó sus pasos.
        En el hueco de una pequeña rajadura de la roca, la araña estaba como al acecho, en contacto con las redes de su tela.
        Contemplé aquella red, que parecía suspendida en el aire, y era una obra de arte. La pequeña artesana sabía conjugar su habilidad y su destreza en una obra delicada y fuerte al mismo tiempo.

        Una mosca, que seguramente había pernoctado en el interior, emprendió su primer vuelo, rumbo al exterior.
        En su atropellado afán por alcanzar su objetivo, no advirtió aquella trampa tendida en el aire y quedó atrapada.
        Mientras aleteaba desesperadamente para soltarse, conseguía el efecto contrario porque su cuerpo se enredaba más en los hilos de la tela.
        Sumó a su desesperado esfuerzo el zumbido de su voz, como pidiendo socorro...
        La araña, alertada por la vibraciones que le llegaban, salió de su escondite y corrió hacia la presa. Se detuvo a cierta prudencial distancia para observar sus características. Realizado rápidamente el chequeo de la situación, reconoció a la víctima y decidió el ataque.
        Con movimientos certeros y rápidos terminó de envolver a la mosca con sus reservas de tela. La desprendió y la llevó a su escondite, para celebrar el festín...

        El Maestro volvió sus ojos hacia mí; porque él también había contemplado absorto la escena.
        -"¿Qué ves...?"
        -"Maestro, no salgo de mi asombro... La mosca tocó la tela y quedó atrapada... La araña camina sobre su tela libremente..."

        -"La tela es un camino para la araña y es una
        trampa para la mosca.  Así sucede con los
        caminos de los hombres... El camino por donde
        uno alcanza su meta, es perdición para otro.
        ¡Nunca sigas el camino de otro...! ¡Abre el
        tuyo!
        ¡Nunca impongas a otro tu camino...! ¡Mués-
        trale la meta...!"

        Creí que el Maestro daría por concluída la tarea de aquella mañana, pero permaneció inmóvil, contemplando aquella tela, mientras la araña concluía su desayuno...
        Seguramente estaría esperando alguna novedad... Y no tardó en presentarse.

        Una chicharra, que ensayaba sus primeros vuelos matutinos, revoloteó ruidosa delante de la cueva.
        La perdimos de vista, cuando seguramente se detuvo contra alguna roca o se aferró a la corteza de algún árbol.
        Pero al momento retomó su vuelo.
        Danzó torpemente ante la entrada de la gruta y luego se dirigió hacia el interior.
        A su paso encaró frontalmente la telaraña, y siguió su vuelo.
        Alarmada, la araña dejó rápidamente su refugio y corrió hacia el lugar de donde había recibido las señales...
        Pero esta vez se detuvo decepcionada.  No había presas a su alcance, y la tela presentaba una rotura en sus hilos...

        El Maestro decidió dar por finalizada la lección, porque se dirigió hacia el interior, sin agregar comentarios.
        Me sentí defraudado y con la sensación de algo no concluído...

        A la mañana siguiente lo encontré en el mismo lugar, contemplando la telaraña.
        -"¿Algo te llama la atención...?"
        -"Sí, Maestro.  Veo que la telaraña no tiene las roturas que le causó ayer la chicharra..."
        -"La araña tejió nuevamente su tela..."
        Observé con más detención y advertí que la araña había tejido una tela nueva. No había reparado la de ayer, que colgaba de la roca, sacudida por el viento.

        -"¿Ves? La araña tiene una meta: alimentarse 
        con los insectos atrapados en su tela... Cada vez que su tela se rompe, la abandona y teje 
        otra...¡Lo que nunca olvida es su meta, su objetivo!
        Así procede el hombre sabio. Cambia de camino
        todas las veces que sea necesario...¡pero nunca 
        abandona la decisión de alcanzar su meta!"

        Esperé callado, dando tiempo al Maestro para que completara su mensaje.
        Pero no mostró interés para hacerlo.
        Abrí el diálogo con una pregunta, que había quedado inquietándome interiormente.
        -"Maestro... ¿y cuál es la meta del hombre?"

        -"La araña se alimenta par seguir siendo
        araña... Es su meta.
        El hombre vive para ser más hombre, para
        crecer en humanidad... Es su meta."

        Medité sus palabras, sin alcanzar la plenitud de su sentido...
        En silencio y con los ojos cerrados, seguí el curso de sus palabras por los caminos de mi interior.
        Cuando abrí los ojos, dispuesto a continuar el diálogo, me vi solo.
        El Maestro se había marchado.

        
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