¿Quién necesita familia?
Te contesto ya: el que necesita ser necesitado. Vivir en familia es vivir por alguien, para alguien, ante los ojos de alguien que te vuelva alguien.
¿Para qué, pues sirve hoy esta institución llamada familia, casa?
La casa, función de refugio afectivo
La familia sirve, pues, para algo totalmente nuevo: para ser persona, para rescatar la dignidad de la existencia humana frente a otra persona. Eso, solamente en casa. En la calle eres una hormiguita viajera más o menos productiva, y llena de miedo porque en cualquier momento te pisan y te dicen: "¡Fuera del sistema, no corrés más!".
No hay otra función para la familia que la de darnos el amor que nos rescata del anonimato.
Volver a casa, al refugio entre tanta selva, tanto anonimato, tanta angustia de pasar, perder, dejar de ser, desaparecer.
Tres ejes: afecto, seguridad, compromiso
Volvemos a preguntarnos: ¿Qué es una familia?, ¿cómo es?, cómo ha de ser para constituir un hogar, una casa, un refugio para el alma y para el ser personal?
Sabemos, digo yo, de la entretela, pero no de la tela. Hay una esencia y hay accidentes. Esencia es aquello sin lo cual no hay familia posible, sean dos o siete sus miembros. Esa esencia se compone de:
-Afecto: te quiero, me querés, te necesito, me necesitás, nos necesitamos;
-Seguridad: con vos estoy seguro, tranquilo, podemos discutir y hasta tirarnos (metafóricamente hablando) de los pelos, pero este conflicto con vos vale la pena, porque quiero estar con vos y nos comunica, porque estamos juntos pero somos distintos, y aunque discrepemos mañana te voy a seguir queriendo, queriendo verte, queriendo tu existencia en mi mundo;
-Un compromiso y una reciprocidad responsable.
Te quiero significa me importás, y mucho
Compromiso. Es la promesa de unos a otros. Nos prometemos cuidarnos, salir al encuentro del otro cuando nos necesita, ayudar al otro si está en las malas, ver al otro, registrarlo
Aunque no lo creas: el otro también existe
Humildad, he aquí un tema. Respetar es tener humildad.
El otro también existe, no eres el único.
En este principio está el fundamento de la ética, es decir de toda relación. Porque aunque no lo sepas, cuando estamos en relación con otros, estamos en situación de moral, de elección de valores. Yo o el otro. Yo sobre el otro. El otro sobre mí. O yo y el otro.
La última, obviamente, es la opción que más dicha puede brindarnos. Para llegar a eso tenemos que descentrarnos, dejar de ser el centro, dejar de ser niños egocéntricos como en nuestra infancia. Salir del centro es necesario para dar lugar al otro, para no asfixiarlo con nuestra presencia.
Y la humildad es la clave en la relación con los demás, con el otro. Para escucharlo, para aprender, para hacerlo significativo.
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