Estos
días he estado haciendo una prueba de lentillas, y es fascinante descubrir como
en un inicio, al ponerme las lentillas veo borroso durante unos minutos, y que
al cabo de esos minutos (a veces pasan hasta 10 minutos) empiezo a ver con
claridad, sin zonas borrosas o desenfocadas.
Y esta
experiencia me ha hecho pensar en cómo miramos en el día a día. Cada vez que
miramos una situación, o a otra persona, miramos desde lo que ya sabemos de esa
situación y de esa persona. Y lo que ya sabemos es como las gafas que
habitualmente llevo puestas.
Llevar
lentillas es metafóricamente empezar a tener otra mirada. Y al principio es
borroso, lo que provoca que a menudo nos pongamos de nuevo las gafas antiguas,
las conocidas. Ver borroso no es cómodo, y nos parece que no es tan real ni tan
cierto. He de aguantar un tiempo con las lentillas, con el borroso, hasta que
lo nuevo aparece de forma nítida.
Me
sucedió hace poco con una persona, a la que había conocido hace un tiempo.
Me había pedido tener una conversación conmigo en varias ocasiones, y me daba
mucha pereza, pues lo que conocí de ella no me inspiraba. Ante su insistencia,
finalmente accedí.
Tras un
rato de conversación de pronto me dio la sensación de que había algo distinto
en ella. Y cuando me planteé mirar con curiosidad la “niebla” estuvo presente
un rato. Lo que no me gustaba de la persona volvía con claridad, y pasó un
tiempo hasta que descubrí nuevos matices de la persona, y ciertamente
atractivos. Hemos quedado otro día para seguir conversando, y es una
conversación que me apetece
Extraído de: www.thecoaches.es
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