jueves, 11 de septiembre de 2014

Malas penitencias - Por la Dra. Natalia Trenchi


Queridas madres y queridos padres uruguayos: ustedes saben que yo los entiendo. Es más, yo soy una de ustedes. Ya pasé por lo que ustedes están pasando, por las corridas matinales para que todos lleguen en hora, peinados, desayunados y con los dientes cepillados; por la desesperación irritada cuando se acuerdan que hay que comprar una cartulina tornasolada el domingo a las 21 hrs; por la incredulidad estuporosa de ver cómo chapotean en el barro con los championes que aún no terminamos de pagar…Sé lo que se siente cuando nada parece salir como queremos. Por eso es que jamás los juzgo. Porque sé que cada uno de nosotros hace lo mejor que puede con los recursos que la madre naturaleza nos ha dotado. Pero entenderlos y no juzgarlos no quiere decir que me tenga que callar cuando creo que le están errando. Esta es mi responsabilidad como trabajadora por la salud mental de los pequeñuelos.


Esto no es un rezongo sino un ¡Atención! Y lo que les quiero decir es que se les está yendo la moto con las penitencias. Hago el mea culpa que me corresponde por haber hablado durante años con mucho énfasis de lo importante que es poner límites. Y que hacerlo implica, entre otras cosas, enseñarles que si una regla se transgrede vienen consecuencias negativas. En mi descargo, también me consta que siempre he insistido en que los límites deben apoyarse más en enseñar lo que está bien que en corregir lo que se hace mal, pero también es cierto que a veces hemos tenido que cargar las tintas en las penitencias frente a generaciones de madres y padres que parecían dejar que sus hijos hicieran cualquier cosa.


El asunto es que hoy me encuentro con demasiada frecuencia con penitencias que más que medidas educativas, parecen un “ajuste de cuenta”. No me gusta nada, nada, nada cuando los escucho decir: "Ya no sé qué hacer para que le duela". Y no se imaginen que esto sale de la boca de malos padres o de personas perversas. No, sale de madres y padres que adoran a sus hijos y que pretenden educarlos bien, pero que han perdido la referencia de lo que están haciendo. Son personas que parecen creer que hacer sufrir al hijo (sacándoles la compu, la tele o la tablet por ejemplo) van a lograr que el niño aprenda a “portarse bien”. Están equivocados.


No pierdan de vista lo más importante de todo esto: ustedes están criando un hijo, un ser humano que nace muy inmaduro y que necesita muchos años para desarrollar los mecanismos necesarios para poder ajustarse bien a las normas. Nace sin saber cómo comportarse y ustedes son los responsables de enseñarle. Cuando lo están criando, sin darse cuenta, están actuando sobre su cerebro. Están activando neuronas, creando y fortaleciendo circuitos que se van uniendo en complejísimas redes que son las responsables finales de que uno se comporte como se comporta. Lo que importa desarrollar no es el reflejo condicionado que les diga: “mejor hago lo que quiere mi madre sino me saca la tablet”, sino la capacidad interna de regular los impulsos de acuerdo a lo que decidimos hacer. Es decir, la auto regulación o disciplina interna. Es lograr que piensen “aunque tengo ganas de caminar por el pretil de la azotea mejor no lo hago porque es peligroso” o “quisiera tener la figurita que tiene mi amigo, pero no se la saco porque está mal”. Nada de eso se consigue de manera automática, ni con gritos ni abuso de poder. No hay otra manera de ayudar a construir esa fortaleza emocional que apoyándose en un vínculo afectivo fuerte, estable, confiado e incondicional desde el cual le dedicamos horas y horas de compromiso atento y de disponibilidad para poder enseñarles a pensar y a actuar. Mucha charla, mucho ejemplo, mucha paciencia y mucha persistencia son necesarias para lograrlo.


El objetivo no es criar ciudadanos que respeten las señales de tránsito para evitar las multas, sino que lo hagan porque entienden el sentido y el beneficio de hacerlo y porque han desarrollado la humana capacidad de aguantarse las ganas de hacer cosas que saben que están mal.

Dedíquenle tiempo a eso, por favor. Si ellos no lo van aprendiendo desde chiquitos, se complica más cuando crecen. Si ustedes quieren dormir tranquilos cuando empiecen a salir de noche, ocúpense desde ya por ejercitarles el auto control y el pensamiento ético.

En lugar de reaccionar con el piloto automático de la penitencia irreflexiva cuando hacen algo mal, mejor siéntense tranquilos (pueden estar enojados y demostrarlo, pero sin desbordes) y hablen seriamente. Hablen de lo que pasó. Desde un lugar de respeto por las emociones pero con la responsabilidad de tener que enseñarle a alguien que no sabe, cómo expresarlas adecuadamente. Vayan a lo más importante, en serio. No se sientan liberados con un “andá a pensar” ni les enseñen que con un “perdón” automático se borra lo que pasó. Enséñenles a pensar en sus emociones, a expresarlas adecuadamente, a defenderse sin violencia, a pensar en las emociones de los otros, a reparar de verdad si uno metió la pata.

El futuro se está cocinando hoy. No se distraigan y hagan lo mejor que puedan.

 (Extraído de:www.mujermujer.com.uy)

Otro excelente Artículo de la Dra. Natalia Trenchi que ayuda a reflexionar -y mucho- en la difícil tarea de poner "buenos" límites!!!

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