Víctor Lima, 100 años
16 de junio de 1921- 16 de junio 2021
Hijo de Francisco Lima Onetti y
de Mercedes Rodríguez Santana, el 16 de junio de 1921, es decir, hace hoy
exactamente 100 años, nacía en una casa de calle Uruguay al 800 el niño Víctor
Rolando. Fue el hermano menor de Rodolfo, Raúl, Nilda y Lidia Reneé. El
interior profundo de Salto –que la familia recorrió dado el oficio de
escribiente de policía de su padre- fue el escenario de su infancia y parte de
la adolescencia. Las orillas del Arapey Chico serían determinantes para quien
ya se mostraba como un niño solitario, introvertido y sensible. A los dieciséis
años se integra al Ejército, pero la disciplina que este implica estaba en las
antípodas del espíritu rebelde y libertario del joven Lima, por lo que abandona
al poco tiempo. Es a partir de entonces que solo lee y escribe, y empieza el
camino de un verdadero «andariego solitario», al decir de Luis Bravo. Salto,
Montevideo, Paysandú, Buenos Aires, Treinta y Tres, fueron algunos lugares que
lo recibieron para vivir.
«Canto del Salto Oriental», «Elegía por Elías Savchuk» y «Milongas de
Peñaflor», son sus libros. El último, publicado a los pocos días de muerto el
autor. Pero los tres –que se creyó durante años que, junto a las canciones más
conocidas, eran su única producción- tuvieron escasa divulgación. De hecho,
Víctor Lima nunca figuró por ellos en ningún estudio sobre poesía uruguaya.
Pero había escrito mucho más. Incluso si se deja a un lado las varias decenas
de canciones que compuso, había escrito mucho más. Cuando Leonardo Garet
preparaba el Tomo N° 18 de la Colección Escritores Salteños (2009), halló una
abundante y valiosa producción que permanecía sin conocerse, como los conjuntos
de poemas «Canto a Artigas», «Magia de la voz», «Cantata por la muerte de
Federico García Lorca», «Tierra infinita», más un gran puñado de poemas
dispersos. Todo se reunió en el mencionado tomo de la colección, con el título
«Con guitarra y sin guitarra», libro cuyos ejemplares se agotaron al poco
tiempo de ver la luz.
Víctor Lima es uno de los poetas
predilectos por los salteños y, sin dudas, uno de los más importantes de la
lírica uruguaya de todos los tiempos.
Hoy en Salto lleva su nombre, entre otras cosas, un barrio, una escuela, un
escenario y una plazoleta (con monumento). ¿Es la forma que encontró esta
sociedad para intentar remediar la soledad, el desamparo y aun la indigencia
que transitó el poeta durante casi toda su vida, pero sobre todo en sus últimos
años?
Víctor Lima puso fin a sus días arrojándose a las aguas del Rio Uruguay, el 6
de diciembre de 1969.
Una persona formidable
«Víctor
me gratificó con su amistad, con su don, fue una persona formidable. Te diría,
al punto que se quedan cortos los que han dicho cosas de Víctor, de la persona
de Víctor Lima, y por ser tan hondamente entrañable, sincero y apegado a cosas
de la vida que él estimaba que tenía que ser así, creo que eso lo empujó a la
Piedra Alta y terminó con su vida. Quiero decir además, que Salto no estuvo muy
bien con Víctor Lima…me da mucha bronca cuando escucho homenajes y gente que
habla, porque Víctor Lima, y lo escribí en un verso, es «el poeta que mi gente
dejó morir en el camino». Víctor era un hombre recuperable, y yo toqué muchas
puertas, en ese tiempo era muy joven, pero no se abrió ninguna para darle una
mano a Víctor Lima, ni guitarreros, ni artistas, ni personas con dinero, todos
cerraron la puerta…». Carlos Ardaix
Verdadero poeta
«Quitemos
de nuestro cancionero, hagamos de cuenta que no existe en nuestro cancionero
nada de lo que escribió Víctor Lima, nada de lo que escribió Rubén Lena y nada
de lo que escribió Alfredo Zitarrosa. Y yo pregunto: ¿con cuánta poesía nos
quedamos en el cancionero uruguayo sin estos tres grandes poetas? Perdería
mucho la poesía sin estos poetas vinculados a estos cancioneros. Son verdaderos
poetas». Luis Bravo
Víctor Lima, poeta popular
«Hay
cartas que resumen toda una vida. La escrita por Víctor Lima en Montevideo, un
17 de octubre de 1964, a su amigo de la infancia en Salto, el Dr. Guillermino
Teixeira, es una de ellas. Este «pedido angustioso» que «…me remitas 200 pesos,
que los necesito como el pan de cada día…» da cuenta de la pobreza en que se
encontraba el poeta, «viviendo en casa de familiares y buscando trabajo» en la
Capital, luego de haber tratado infructuosamente de cobrar algún dinero por los
derechos de autor de las letras de sus canciones («Adiós a Salto», «Cosas de
Artigas», «Sembrador de abecedario», etc.). Musicalizadas por Los Olimareños,
estas ya eran muy populares, como verdaderas obras fundacionales del Folclore
Nacional, que Lima ayudó a levantar desde la nada (hasta fines de los ´50, las
radios uruguayas sólo pasaban discos de grupos o solistas argentinos). Para
desgracia de Lima, en los años siguientes, los intérpretes, serían mucho más
recordados que el autor de esos versos sencillos pero de altísimo nivel lírico.
Tampoco sería reconocido por su obra poética. Lima había logrado publicar el
libro «Canto al Salto Oriental», en 1948, «Elegía por Elías Savchuk», en 1958,
y «Milongas de Peñaflor» se publicaría días después de su muerte, en 1969.
Libros que tuvieron escasísima repercusión en la crítica y en los círculos
intelectuales de Montevideo, que son -hasta hoy- quienes deciden el canon,
premian y organizan el ranking de escritores. ¿A qué se debió esta total
orfandad de Víctor Lima? Una pista puede estar en la carta de marras: «la gente
que antes era amiga mía, es toda políticamente de izquierda; y por lo tanto, si
golpeo a sus puertas, cosa que no puedo hacer por dignidad, no me responderían,
pues hace tiempo que me alejé de este tipo de política, desengañado…». En 1967
regresa a Salto, donde lejos de ser reconocido y apoyado, debió vivir en la
indigencia (dormía en el Hospital); y así cayó víctima del alcoholismo y los
sicofármacos, para finalmente quitarse la vida, internándose en su amado Río
Uruguay, un 6 de diciembre de 1969. Su nombre era entonces apenas conocido en
su ciudad natal. La cultura uruguaya mantiene aún una gran deuda con uno de sus
mayores poetas contemporáneos». Daniel Abelenda Bonnet
Sufriente y rebelde
«Un ser
sufriente y rebelde, suicida, y por todo eso lo veo con gran aire de romántico.
La poesía fue su camino y fue, paradójicamente, su dolor y su refugio. Un
refugio que lo ayudó a vivir, aunque no lo cubrió del sufrimiento y,
contrariamente, quizás le exigió una profundidad de pensamiento que no quiso ni
pudo evitar y que le abrió heridas y lo hizo «el andariego solitario», un
incomprendido, bebedor. Creo que en parte, lo disimuló en canciones. Pero hoy
que conocemos una obra de Víctor Lima mucho más amplia y compleja, su figura
vuelve a descubrirse, pero esta vez entera, y enteramente queda a la
intemperie, que es como queda siempre una obra ante los ojos de la gente. Queda
esta obra, esta vez, ante otros ojos, no los de aquellos que solo vieron al
bohemio, al despreocupado Víctor Lima, queda ante nuestros ojos y ante los ojos
de las generaciones que vendrán…». Jorge Pignataro
Un nombre de relevancia
«Víctor
Lima poeta es asunto no planteado en la literatura uruguaya. No aparece en
ninguna antología, ni se lo nombra en ninguna historia crítica. Su nombre no
trascendió el folklore y aparece exclusivamente como autor de algunas de las
canciones más populares de Uruguay. La investigación, el rastreo de su obra y
de su vida me permitió ir descubriendo facetas riquísimas que exceden la figura
repetida en el imaginario colectivo de Salto, acerca de su vida malograda,
asediado por las dificultades económicas y una atracción incontrolada por la
bebida. Página a página se fue levantando una trayectoria de poeta
absolutamente desconocida… Fueron llegando a mí, por distintas fuentes, varias
obras que son capaces de sostener por sí solas un nombre de relevancia en la
literatura. Se trata de textos muy distantes de su obra destinada al canto y
también de intención muy diversa entre ellos. Sólo los une una misma ambición
creadora». Leonardo Garet
Trabajó con palabras y con música
«…Para
mí, fue un gran creador de canciones, más que un poeta. No significa esto
diferencia de hondura en la caladura, sino diferencias de tareas. Esta
diferencia de tareas establece una diferencia de actitud para vencer la
resistencia que le opone lo informe. El poeta trabaja con las palabras y nada
más que con las palabras…El creador de canciones trabaja con las palabras pero
también con la música y trata de lograr un producto en que los dos elementos se
fundan en uno solo». Rubén Lena
Adiós mi Salto
Adiós, mi Salto, te dije un día
mirando el último naranjal.
Desde una rama del alba verde
me despedía triste un sabiá.
Adiós, mi Salto, te dije un día
mirando el último naranjal.
Casas y lomas, aves y frutas
me despedían quedando atrás.
Hoy el camino tiene mil huellas
para mis ansias de caminar.
Nadie camina mejor, te juro,
que aquel que aprende sobre su andar.
Adiós, mi Salto, te dije un día
mirando el último naranjal.
Mi pena en viaje sobre el rocío
te saludaba por no llorar.
Aún humedecen mis lejanías
las aguas dulces del Uruguay,
el cielo abierto de tus otoños
y el aire verde del naranjal.
Las dos querencias
Aquí me
pongo a cantar
sin salirme de la huella,
mi canto sin ser estrella
alumbra mi caminar,
me tienen que perdonar
si lo digo divagando,
que mientras voy procurando
definir mi pensamiento,
me hace bullas el contento
de cantar como jugando.
Nacido en tierra aromada
de naranjales en flor,
mi vista tiene el calor
de la luz anaranjada,
de la ausencia desvelada,
de ser yo mismo una ausencia,
un día encontré querencia
lejos del Salto Oriental:
mi dulce tierra natal
aquella de la inocencia.
Hoy sueño después de andar
por huellas desordenadas,
en las orillas besadas
por un río de cantar:
el apacible Olimar
mirándome dulcemente
es querencia de un ausente
que solo sabe pensar
¡qué río, para soñar,
Olimar, tiene tu gente!
Sembrador de abecedario
Para
colmarme la vida
para llenarme de luz
imitando a mi bandera
me voy a la escuela
de blanco y azul.
Imitando a mi bandera
me voy a la escuela de blanco y azul
Siempre me dice el maestro
con dulce dejo de amor:
«El fundador de tu escuela
se llama Varela, quiere, quiérelo»
«El fundador de tu escuela
se llama Varela, quiere, quiérelo»
Sembrador de abecedario
líder del verbo oriental
Don José Pedro Varela
pastor de la escuela,
jamás morirá.
Don José Pedro Varela
pastor de la escuela, jamás morirá.
Gracias, señor Don Varela
Gracias, señor Don José
Don Pedro, fiel de los niños
que cantan la letra que les dio su fe
Don Pedro, fiel de los niños
que cantan la letra que les dio su fe.
Cuando me voy a la escuela
Don José Pedro, ¡qué bien!
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