sábado, 17 de febrero de 2018

Reflexionando con Gabriel García de Oro




EL IMPRESCINDIBLE filósofo danés Søren Kierkegaard nos advertía de que la mayoría de nosotros perseguimos el placer con tanta velocidad que, en nuestras prisas, lo pasamos de largo. Sin duda esta es una buena base para empezar a perseguir el hygge. Es decir, lo tenemos más cerca de lo que pensamos o, mejor dicho, siempre ha estado aquí. Pero ¿qué es? ¿Qué significa? Bueno, esta no es una pregunta tan sencilla, porque hygge es una palabra que ni siquiera tiene traducción en nuestro idioma, aunque sí alguna aproximación: comodidad, familiaridad, confortabilidad… Cuando un danés trata de explicarnos qué es el hygge, acostumbra a recurrir a una escena como esta: imagínate sentado en una butaca, enfrente de una chimenea, tomando una taza de té mientras lees un libro envuelto en una de esas mantas que a uno le acolcha hasta la vista con solo mirarla. Eso es el hygge, y este es su propósito, convertir cualquier lugar en un lugar cálido, confortable y agradable donde poder disfrutar del momento en total confianza. Y cuando decimos cualquier lugar es cualquier lugar. Porque el hygge no se practica solamente en casa. También en el espacio de trabajo, en una reunión con amigos en un bar, en una noche solitaria en un hotel de paso y, por supuesto, en ese lugar en el que vivimos siempre, nuestro cuerpo. Porque hygge es ir con una ropa en la que nos sintamos cómodos, no en una en la que estemos embutidos, tensos y con predisposición al mal humor. Todos sabemos de qué estamos hablando, y eso es lo bueno del hygge, porque todo lo que tenemos que saber para ser un poquito más daneses ya lo sabemos. Todo lo que tenemos que tener ya lo tenemos y está en nuestra mano poner un danés en nuestra vida que nos ayude a vivir de forma más… hygge.

Hagamos de cualquier lugar nuestro refugio. No es casualidad que el hygge haya nacido en un país con una climatología adversa. Inviernos largos, duros y exigentes que han obligado a los daneses a mirar hacia dentro de sus hogares para sentirse seguros, confortables y experimentar la familiaridad.

El bienestar activo es, simplemente, hacer de forma consciente aquello que nos sienta bien.

Ese cambio de dirección en la mirada, hacia el interior, les ha permitido no solamente trabajar en el diseño de los espacios y las cosas que los habitan, sino también en las relaciones y sus círculos de amistades para extender el concepto de refugio allí donde se encuentren. Sí, tal vez fuera nieva y estamos a 20 grados bajo cero, pero en nuestro refugio no. Sí, tal vez el mundo laboral es despiadado y no tiene sentimientos, pero en nuestro círculo no es así. O es posible que nos encontremos fuera de casa, pasando la noche en un hotel, pero podemos buscar la familiaridad y encontrarla en disfrutar de ese momento. Porque tal vez el mundo sea cruel e imprevisible y a veces frío e impersonal, pero allí donde nos encontremos podemos esforzarnos para ser generadores de bienestar activo.

El bienestar activo es, simplemente, hacer de forma consciente aquello que nos sienta bien. Puede ser tomarse esa taza de café, o comprarse esa novela que nos ha llamado la atención, o respirar un poco de aire fresco en un paseo nocturno. Cada uno sabrá el qué, pero lo que todos sabemos es que para ser generadores de bienestar activo tenemos que ser cazadores de momentos especiales que pasan a nuestro lado, aquí y ahora. Celebrar lo cotidiano como parte de un momento irrepetible, conectar con esa parte de nosotros a la que le gusta la calma, el sosiego, la tranquilidad. Aunque sea de vez en cuando, poder frenar de la vorágine de la hipercomunicación, el hiperconsumismo y la hipervelocidad de nuestros días para disfrutar del momento, porque al fin y al cabo, como decía Cesare Pavese, no recordamos días, recordamos momentos. Y refugiarnos en los momentos es el mejor refugio.

La amabilidad como principio, empezando por nosotros mismos.

Hoy, el hygge está tan de moda que podemos encontrar velas hygge, jerséis hygge, mantas hygge, teteras hygge, restaurantes hygge, pastelerías hygge y agencias de viaje hygge. Es el signo de nuestros tiempos, cualquier cosa se convierte en un bien de consumo. Pero más allá de las exigencias del mercado, el gran secreto que encierra el hygge es la amabilidad, y eso no podemos encontrarlo en ninguna tienda, debemos buscarlo en nuestro interior. Ese es el gran cambio de mirada que debemos hacer. Ser amables, empezando con nosotros mismos. Darnos ese capricho sencillo y asequible que nos arranque una sonrisa. Cuidar nuestra alimentación sin que por ello se convierta en una renuncia continua. Ser amables con nuestro cuerpo regalándole de vez en cuando ese masaje que nos sienta bien o ese baño que nos relaja. Ser amables con los demás haciéndoles sentir confortables, eso también es ser amables con nosotros mismos. Ser amables con el medio ambiente, con los animales y con todo lo que nos rodea. Sí. La amabilidad es el principio del hygge, porque a partir de ella se puede construir un refugio donde habitar. Y la amabilidad en grandes cantidades ampliará nuestro refugio hasta abarcar todos los ámbitos de nuestra vida. Eso es el hygge, y eso todos podemos activarlo a partir de ya mismo. O, mejor dicho, conectar con ello, porque está más dentro de nosotros que en las cosas que nos rodean, como suele pasar con todo aquello que nos hace sentir, simplemente, bien.

Extraído de: elpais.com

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