LOS QUE YA NO ESTAN
Llegan las navidades, y es la época en que más recordamos a los que no están. Especialmente si son familiares, y no vamos a verlos sentados en su lugar en la mesa como otros años. Duele, aunque pasen los años. Especialmente en estas fechas señaladas.
Y lejos de tragarnos ese dolor (que a veces se nos indigesta) lo mejor que podemos hacer es no sólo recordarlos, sino hacerlos bien presentes en nuestros encuentros. Hablar de ellos. Compartir sus anécdotas. Reír pensando en lo que se enfadarían si nos vieran coger la comida con las manos, o ponerle agua al vino. O lo que sea que les enfadase. Recordar sus manías y sus expresiones.
Mi hijo no conoció a su abuelo, (aunque mi padre sí conoció a mi hijo: tenía 6 meses cuando mi padre murió) y sólo a través de nuestras historias puede conocerlo. Y es bueno que lo conozca, porque se explicará muchas más cosas de mi carácter, de mis valores y de la vida de la familia.
Es cierto que –por suerte- casi siempre acabamos recordando de los que faltan sólo lo bueno. Y deformando o exagerando algunos recuerdos. No pasa nada. Lo importante es que compartamos todas sus historias, y que de esta forma sigan formando parte activa de nuestras vidas. Al fin y al cabo, sólo morimos cuando desaparecemos del recuerdo de los nuestros.
Felices fiestas y un entrañable recuerdo por los que (en teoría) ya no están con nosotros.
Ferran Ramon-Cortés
No hay comentarios:
Publicar un comentario