Porque como dice el autor en su comentario, "somos reacios a compartir nuestros sentimientos con los demás".
Y al "meternos" en esta historia -al menos a mi me pasa- sentimos el bien que nos haría ejercitarnos, cada día un poquito, para luego espontáneamente poder compartir vivencias tan ricas como las que vivieron Marina y Liuba.
Parecería que tendrían que ser actitudes cotidianas, normales, pero... qué lejos estamos de vivirlo como algo "común", cuando lo que impera en nuestras relaciones -la mayoría de las veces- es la superficialidad, la prisa, el "encerrar nuestros sentimientos", como tan bien lo expresa el autor.
Esta historia, como todas las otras que están en el libro, ¡es real!
Os invito a leerla y, ¿por qué no? a todas la otras! pues en cada una encontramos un motivo de reflexión para que nuestras relaciones sean cada día más ricas y profundas!
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